Ir al contenido principal
Jessica Esteban Arenas
noviembre 19, 2025

QUIEN TIENE UN HERMANO TIENE UN TERSORO. EL SUBSISTEMA FRATERNAL

Tiempo de lectura: 4 minutos

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.


El título que encabeza el artículo de hoy, “Quien tiene un hermano tiene un tesoro”, hace alusión a un cuento infantil recomendado por algunos profesionales para ayudar a los más pequeños a gestionar la llegada de un nuevo hermanito. A mí en su día me hubiese venido muy bien este libro, y es que, la llegada de mi hermano fue un momento de crisis para toda la familia que obligó a realizar cambios y a adaptar los roles y las funciones que ya estaban establecidas. Además, está estudiado que lo que yo viví es algo que sucede en la mayor parte de las familias.


La familia, entre otras muchas funciones, ofrece una gran cantidad de aprendizaje de patrones de relación entre los subsistemas que la conforman. Hoy nos ocuparemos del subsistema fraternal, el formado por los/as hermanos/as. Un hermano o hermana es alguien con quien probablemente vayamos a pasar mucho tiempo, más incluso que con los padres, y es ahí donde reside la importancia de esta relación; relación que, además, es más simétrica que con los adultos, puesto que el momento del ciclo vital es más similar y se comparten más aspectos como los intereses o las necesidades. Los estudios dicen que la relación evolutiva entre los hermanos determina en gran parte el desarrollo emocional y social dentro y fuera de la familia.

Las relaciones fraternas suponen el primer laboratorio social en el cual podemos consolidar nuestras relaciones entre iguales. Es en este contexto donde aparecen las primeras actitudes de rivalidad, competencia, celos y envidia (sobre todo cuando se deja de ser hijo único). Pero también donde desarrollamos una relación de afecto, lealtad, compañía y participación. Es una primera toma de contacto con las relaciones en general, donde aprendemos a negociar, cooperar y resolver conflictos. Seguramente todos conocemos el tradicional cuento de “Los tres cerditos”. Al inicio, los hermanos/as se comportan de manera más individualizada, cada uno tomando decisiones desde su propia perspectiva (cada uno decide el material con el que construir su casa y cómo hacerlo). Sin embargo, la aparición del lobo, como situación de crisis externa, genera un cambio en la dinámica: los tres se agrupan, se protegen mutuamente y reconocen el valor del trabajo conjunto. Este paso de la actuación independiente hacia la colaboración refleja una reorganización relacional saludable, donde la cooperación se convierte en el eje central del vínculo.

Cada descendiente, a pesar de crecer en la misma familia que sus hermanos, “vive” una familia diferente. Cada hijo llega en un momento único del individuo y de la pareja, de la familia de origen y extensa, es deseado y/o esperado de manera diferente. No es un sumatorio de individuos, sino una complejidad intensa y extensa del dominio relacional familiar, de las expectativas parentales construidas, y puede que en ocasiones diferentes. De esta manera, cada uno de los hermanos desempeñan unos roles y unas funciones diferentes. A continuación, vamos a hacer una breve descripción de cada uno de los hermanos del cuento tradicional que hemos introducido, pero antes, me gustaría invitarte a reflexionar sobre ti y tus hermanos (en caso de que los tengas), qué papel tenéis cada uno de vosotros, cómo es vuestra relación y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo. En el caso de no haber tenido experiencia a nivel fraternal, te invito a pensar en las diferencias que percibes (pros y contras) respecto a aquellos hijos/as que sí la tienen. Bien, empezamos con el cuento. El cerdito hermano mayor construye la casa de ladrillos, adopta un rol más reflexivo, responsable y maduro. Su función dentro del sistema aporta estructura, estabilidad y protección. El cerdito hermano mediano, por su parte, se encuentra en una posición intermedia dentro de la dinámica familiar. Su elección de construir con madera sugiere una búsqueda de equilibrio entre el esfuerzo y la gratificación. El cerdito hermano menor, construyendo la casa de paja, muestra una tendencia a la comodidad y a la búsqueda de soluciones rápidas. Su actitud puede entenderse como parte de una situación relacional donde la responsabilidad aún no se ha consolidado plenamente. Aunque su comportamiento podría interpretarse como pereza, también refleja cierta confianza en el entorno y en la posibilidad de recibir ayuda de sus hermanos cuando la necesite.

Asimismo, cada hermano crece en una familia diferente, ya que cada padre/madre establece relaciones diferentes con cada hijo/a dependiendo de las variabilidades del contexto personal y relacional que en ese momento estén en primer plano. En general, dos de las dimensiones que los estudiosos del comportamiento de los padres consideran para el ejercicio de la parentalidad positiva son el afecto y el control. Por su parte, el afecto se refiere a la aceptación y la calidez que los padres/madres muestran a sus hijos; mientras que el control se refiere a la supervisión y el establecimiento de límites. Los hijos evaluamos el equilibrio entre ambas variables con respecto a nosotros mismos, pero también en comparación con nuestros hermanos. Los resultados indican que aquellos hijos que perciben un mayor control que afecto por parte de sus padres son más negativos hacia sus hermanos y mantienen peores relaciones entre ellos.


Además de esto, también está estudiado que la calidad de la relación entre los padres influye directamente en su relación con cada hijo, así como en la relación entre hermanos. Esto es, si las relaciones padres-hijos son cercanas, afectivas, de aceptación, interés y disfrute en la participación de la crianza y de los ámbitos educativos, los índices de bienestar, apego y sentido de pertenencia en los hijos aumentan, facilitando relaciones positivas entre hermanos.

Para cerrar, comparto estos versos que la autora dedicó a uno de sus tesoros, su hermana:

Y en silencio y sin cruzar una palabra

Solamente una mirada es suficiente para hablar

Ya son más de veinte años

De momentos congelados

En recuerdos que jamás se olvidarán

-La Oreja de Van Gogh, “Nadie como tú” –

Jessica Esteban Arenas, psicóloga de PSICARA