Ir al contenido principal
Yaiza Senar Gutiérrez
diciembre 10, 2025

CUANDO LA EMOCIÓN PERMANECE

Tiempo de lectura: 3 minutos

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.

Hay días en los que una emoción parece instalarse dentro del cuerpo como si fuese una visita inesperada que no tiene prisa por irse. Quizá discutimos con alguien por la mañana y, aunque el conflicto se haya resuelto, seguimos notando horas después ese nudo en el estómago. O recibimos una crítica en el trabajo y, aun sabiendo que era constructiva, la incomodidad nos acompaña el resto del día.

En la experiencia humana, las emociones no solo cumplen una función, sino que también dejan una huella cognitiva y corporal que puede prolongarse más tiempo del que en ocasiones nos gustaría, ya habiendo pasado el momento que las desencadena. Podemos llamar a este fenómeno persistencia o latencia emocional, resultado de una interacción compleja entre procesos neurobiológicos, estilos de regulación emocional y patrones cognitivos.

Vamos a utilizar uno de los ejemplos anteriores. Imagina la escena: tu supervisor comenta delante del equipo que tu informe “no estuvo a la altura”. La reunión termina en cinco minutos pero la emoción no. Para algunas personas, esto genera un rato de incomodidad y luego el día sigue con normalidad. Para otras, la emoción se queda instalada durante horas o incluso días, influyendo en sus pensamientos, conductas y estado emocional: quizás al salir sientes un nudo en el estómago, cierta vergüenza o rabia, te pasas la tarde reviviendo la escena, no duermes bien y te despiertas con la misma sensación en el cuerpo.

Entre los factores que se ha visto que pueden ayudar a este mantenimiento aparecen la rumiación: después de la crítica, es posible que empieces a pensar “¿por qué dijo eso delante de todos?”, “Tendría que haberme defendido” o “seguro que ahora piensan que no sé trabajar.” Este circuito de pensamientos repetitivos mantiene encendida la emoción original, prolongándose más de lo necesario. También puede aparecer la evitación emocional como estrategia de afrontamiento: te sumerges en tareas, revisas el correo o decides no pensar ni hablar sobre lo ocurrido. Intentar no sentir puede hacer que la emoción se quede «atascada». A su vez, pueden aparecer narrativas internas rígidas: tras la crítica, pueden activarse creencias como: “si me afecta es que soy poco profesional”, “no debería sentirme así” o “soy peor trabajadora de lo que pensaba”. Estas narrativas no son funcionales y añaden muchas veces culpa, que intensifica y prolonga la emoción inicial. Y, por último, la vulnerabilidad fisiológica o emocional del momento: la falta de sueño, el hambre, el estrés acumulado o los conflictos personales pueden hacer que una emoción tarde más en irse.

¿Significa que algo va mal? No necesariamente. La persistencia emocional puede ser adaptativa: nos ayuda a procesar, integrar y aprender de lo vivido. Se convierte en un problema cuando nos enganchamos mucho a la emoción o se prolonga continuamente, interfiriendo en el bienestar o en la vida cotidiana.

Llegados a este punto podemos preguntarnos de qué manera podemos acompañarnos si nos encontramos en esta situación y aquí plasmo algunas ideas:

  • Aceptar en lugar de luchar. La aceptación no significa resignación, sino permitir que la emoción exista sin intentar suprimirla.
  • Diferenciación emocional y validación. En lugar de quedarte en “estoy mal”, puedes afinar y darle lugar: “siento vergüenza porque me he sentido expuesta delante del equipo y yo valoro hacer las cosas bien.” Poner palabras ayuda al cerebro a procesar la experiencia. Para a continuación validar, “es normal que me sienta así después de una crítica pública.” La validación disminuye la intensidad y facilita que la emoción siga su curso natural.
  • Poner atención al cuerpo y regularlo. Hacer respiraciones o  practicar relajación son técnicas que ayudan a regular nuestro sistema nervioso. El cuerpo tarda en volver a su estado habitual, podemos ayudarle a hacerlo, desde el cariño y la comprensión.
  • Interrumpir la rumiación con activación. Tras la crítica, quizás notas ganas de aislarte o de seguir dándole vueltas. Cambiar de actividad, moverse o hablar con alguien de confianza puede cortar el bucle de pensamientos que mantiene viva la emoción.

La persistencia emocional es parte natural de cómo funcionamos. Algunas emociones se quedan porque son importantes, porque nos están diciendo algo, porque nuestro sistema necesita tiempo. No se trata de acelerar la despedida, sino de dar espacio para que la emoción nos atraviese. Comprender este proceso no solo nos ayuda a vivirlo con menos culpa o presión, sino también con mayor compasión hacia nosotras mismas.

Yaiza Senar Gutiérrez, psicóloga de PSICARA