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Yaiza Senar Gutiérrez
septiembre 24, 2025

LA VUELTA A LA RUTINA: UNA BUENA OPORTUNIDAD PARA ESCUCHARSE

Tiempo de lectura: 3 minutos

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo de hoy vamos a hablar sobre “la vuelta a la rutina”.

Con septiembre todavía reciente, quizás hayas escuchado un discurso bastante extendido: la vuelta del verano presentada como un momento casi mágico de orden, motivación y productividad. Redes sociales, conversaciones cotidianas o campañas publicitarias transmiten la idea de que este es el mes perfecto para retomar hábitos, comenzar proyectos y cumplir objetivos.

Esta idealización de la rutina que algunas personas pueden experimentar significa atribuirle cualidades que no siempre se corresponden con la realidad. Esperamos que, de repente, septiembre nos dé energía renovada, disciplina férrea y la capacidad de cumplir con todos los estándares sociales: hacer ejercicio, comer saludable, rendir en el trabajo, atender la vida familiar y tener tiempo para una/o misma/o.

Sin embargo, esta visión idealizada puede convertirse en una fuente de frustración y malestar. Éstos aparecen cuando esas expectativas no se cumplen. Lejos de motivarnos, pueden generar sentimientos de fracaso, comparación constante con los demás y una autoexigencia excesiva.

En este punto cabe recordar que no todas las personas regresan de la misma manera, cada individuo vive los cambios de forma distinta. Para algunos, recuperar horarios estables es reconfortante; para otros, representa un reto enorme. Quienes atraviesan situaciones de estrés laboral, cambios vitales o dificultades emocionales no experimentan la rutina como una “nueva oportunidad”, sino más bien como un peso añadido.

También existen diferencias relacionadas con cómo cada persona ha vivido el verano. Hay quienes vuelven de viajes estimulantes, llenos de experiencias nuevas, y quienes no tuvieron vacaciones o apenas pudieron hacer escapadas. Compararse en este aspecto puede aumentar la sensación de desigualdad y malestar. La rutina no significa lo mismo para quien regresa cargado de recuerdos agradables que para quien siente que el verano apenas fue una pausa.

Por otro lado, algunas personas pueden vivenciar septiembre con cierto choque emocional. Durante el verano quizá la estrategia de afrontamiento más utilizada para las demandas del ambiente fue la evitación: distraerse, postergar preocupaciones o mirar hacia otro lado. Pero cuando llega la vuelta, esas dificultades siguen ahí, esperando. La rutina, en estos casos, puede vivirse como una confrontación dolorosa con aquello que se había dejado en pausa.

Parte del malestar proviene de intentar ajustarnos a estándares sociales rígidos por influencia de la cultura de la productividad. En este contexto, detenerse o ir a un ritmo diferente parece sinónimo de fracaso. Esto unido a la idea de que el descanso debe justificarse y que el ocio válido es el productivo. Pero está más que demostrado que respetar el tiempo de descanso es tan importante como respetar el trabajo o las obligaciones. No se trata de “rellenar” cada hora libre con actividades, sino de permitirnos parar, disfrutar y reconectar con aquello que realmente nos nutre.

Aquí cabe resaltar la importancia de respetar los tiempos propios. Una alternativa saludable es reconocer que la adaptación a la rutina no tiene un calendario universal. Respetar los propios tiempos implica aceptar que el ajuste puede ser gradual y que no todos los días tienen por qué ser igual de productivos. En la práctica, esto puede traducirse en acciones sencillas:

  • Permitir que la incorporación de nuevos hábitos sea progresiva.
  • Reconocer los logros pequeños como pasos importantes.
  • Evitar la comparación con los demás, enfocándose en los propios objetivos.
  • Recordar que descansar también forma parte del equilibrio a nivel psicológico.

La vuelta a la rutina no tiene por qué vivirse como una carrera de resistencia ni como un examen de fuerza de voluntad. Más bien puede ser un proceso de autoconocimiento, donde aprendemos a distinguir lo que realmente necesitamos de lo que creemos “deber” hacer.

Respetar nuestros tiempos no significa falta de compromiso, sino cultivar una relación más compasiva con nosotros y nosotras mismas. Al final, la rutina no debería ser un molde rígido en el que encajar, sino un espacio flexible que nos permita crecer de manera sostenible y así, poder redefinir lo que significa para nosotros y nosotras.

Yaiza Senar Gutiérrez, psicóloga de PSICARA