Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En esta ocasión hablaremos sobre el impacto de las personas que nos quieren en nuestra vida.
Este artículo nace desde la necesidad de poner en valor al grupo (que a partir de ahora llamaremos “tribu”) como uno de los elementos principales de nuestra vida y, por supuesto, en nuestra salud mental. Surge del deseo de alejarnos, por un momento, de esta época tan individualista y del “tú sola o solo puedes con todo” que, por un lado, está tan reforzado y, por otro, hace tanto daño en las personas.
Nos han metido en la cabeza la idea de que con nosotras o nosotros mismos no necesitamos a nadie más y es una gran idea que nos ayuda a alejarnos de la dependencia emocional que implica no poder hacer acciones valiosas sin la compañía de otras personas. Pero, a su vez, tenemos que tener cuidado con este formato tan individualista y que tanto refuerza luchar a solas a pesar de que las circunstancias sean difíciles y/o dolorosas.
Este constructo social refuerza el hecho de que nos cueste pedir ayuda y reconocernos como vulnerables. Y es que, de hecho, admitir que no podemos con todo y que no podemos hacerlo solas y solos tiene un valor incalculable hoy en día precisamente por ir en contra de lo que el individualismo nos dice que tendríamos que ser o hacer.
Artículos antropológicos como el de Roser Fernández (2005) demuestran la importancia que tiene el vincularnos emocionalmente con otras personas. De hecho, ponen el énfasis en que este poder se emplea en muchas comunidades terapéuticas usando el vínculo que se crea y el poder que nos da el pertenecer a un grupo como piedra angular a la terapia. Estas investigaciones explican la idea de que tener vínculos afectivos en la infancia es una necesidad humana universal que correlaciona con una sólida base emocional en la vida adulta.
Al igual que nuestras necesidades vitales cambian a lo largo de nuestra vida, nuestras tribus también pueden variar porque nuestros intereses no sean los mismos. Por ejemplo, crear un grupo con 16 años y ser respaldada en el instituto frente a tener amigas y amigos de yoga que has conocido después de divorciarte a los 35 años son dos ejemplos de tribus que curan y ambas parten de una necesidad diferente. Esta última idea nos lleva a pensar que “la tribu” no siempre está en nuestro día a día y que en ocasiones hay que pasar la barrera de la vergüenza para buscar nuestra tribu. Las personas partimos de entornos diversos en los que no siempre tenemos una familia que sea tribu o que nuestras amigas de la infancia no se corresponden con lo que necesitamos en momentos difíciles, y eso no significa que estemos solos y solas, sino que hay que formar un equipo que provengan de actividades de ocio o de espacios que se salen de primeras de nuestra zona de confort.
Desde aquí queremos lanzar el mensaje a aquellas personas que no sientan que tienen una tribu o que la que tiene no le corresponde: no todo está perdido y estoy segura de que habrá muchas personas que estén deseando tener cerca a alguien como tú, pero seguramente estén lejos de esos entornos que frecuentas. Te animo a que emplees tu energía en las personas que te hacen bien y dejemos de invertir tanto tiempo en aquellos y aquellas que no te hacen bien. Te mereces mucho más.
Alba Nicolás Agustín
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