EL SISTEMA CAPITALISTA Y LA SALUD MENTAL
- PSICARA
- 15 may 2024
- 4 Min. de lectura
Bienvenidas y bienvenidos al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo de esta semana hablaremos sobre cómo nuestro contexto actual (capitalista) puede estar interviniendo en muchos de nuestros estados emocionales y, por ende, contribuir a empeorar nuestra salud mental.
En mi último artículo hablé sobre la importancia de parar y quería hacer una segunda parte sobre este tema, pero esta vez hablando sobre el momento actual que vivimos. El sistema capitalista es un océano en el que buenamente navegamos como podemos. Este propio sistema nos beneficia y nos permite obtener ciertas cosas a nivel individual como irnos a un buen viaje, comprarnos un móvil o irnos a tomar algo. Además, también a nivel más general permite que grandes empresas lleguen a ganar millones de euros con las ventas de sus productos y luego creen puestos de trabajo que sostienen a miles de familias. Son tales los beneficios económicos que el sistema tiene, que es lo que hace que este se haya mantenido durante tanto tiempo.
Cuando hablamos en términos económicos suele ir de la mano ignorar los problemas que el propio sistema genera, ya que es donde reside parte de su poder. Te pongo un ejemplo: cadena de ropa X que tiene varias subtiendas con diferentes estilos de moda, a todos nos llega ropa asequible y del estilo que queremos, pero lo que no vemos cada vez que nos ponemos una camiseta de esa cadena son las personas trabajando con condiciones pésimas en países como Bangladesh o Vietnam e incluso la explotación de niños y niñas. La cara B no la solemos ver muy a menudo… pero, ¿y si yo te dijera que también está repercutiendo una cara B para ti y tu vida? Hoy hablaremos sobre qué problemas nos está generando en nuestra salud mental.
Uno de los aspectos en los que más se está introduciendo en nuestro día a día es el modo en el que la publicidad ha variado hasta día de hoy. En los anuncios se intenta vender los productos mostrándolos valores que la empresa determina (por ejemplo, los valores de familia unida que Ikea nos muestra en sus campañas de Navidad), como otros productos que nos prometen o hacen creer que si tenemos sus artículos vamos a ser como las personas de los anuncios (de coche) o que si tenemos X producto significa que tenemos una personalidad determinada (anuncios de ropa o de perfume). Y qué decir que estos mensajes no paran de llegarnos a través de las redes sociales constantemente, día tras día. Resulta muy difícil escapar de las exigencias del entorno que, desde nuestra propia cama en soledad nos llegan de manera muy dañina cuando no llegamos a ser eso que nos venden y nos dicen que es como hay que ser.
Otro tema a tratar dentro de este sistema, es el de las exigencias de cara al trabajo. Actualmente vivimos en una sociedad hipercompetitiva sobre el nivel de estudios que tenemos que tener para poder acceder al mercado laboral. Se nos exige estudiar una carrera y, no uno, sino varios másteres o su posterior doctorado si queremos encontrar un trabajo digno. Si a esto le sumas las lapidarias frases de “generación de cristal” que recibimos cuando nos quejamos de algunas condiciones laborales o de estas exigencias no resulta raro sentirnos desprotegidas y desprotegidas a veces en estos términos.
Esto del “estado de bienestar”, nos puede perjudicar a nuestra salud mental porque si ya de por si el contexto actual es desfavorecedor, encima nos crea presión y expectativas de cómo tendría que ser y de cómo nos tendríamos que sentir. Como estamos en un estado del bienestar, nos invalidamos nosotras mismas y personas de nuestro alrededor (de manera bidireccional) estamos acostumbradas al “no te puedes quejar porque no estamos en guerra”. Pero posiblemente seamos la primera generación que vive y va a vivir peor que nuestros padres.
Por otro lado, este sistema hace que vivamos a un ritmo acelerado y en el que tenemos que conseguir todo ya. Nos encontramos en la época de la inmediatez y esta nos aleja de darnos cuenta de nuestras necesidades. Con este ritmo frenético de mil horas, mil formaciones, mil trabajos inestables, mil expectativas a cumplir socialmente, no se nos permite parar a tomar conciencia de cómo estamos, de conectar con lo que está pasando (a nuestro alrededor y con nosotras mismas) y tomar medidas para mejorar nuestro día a día y nuestra salud mental y física.
Todo esto se hace aún más complicado porque vivimos en un mundo sin referentes que nos puedan enseñar de sus propios errores sobre estos asuntos, a pesar de que vivimos en la época de las y los influencers. Antes siempre sabíamos lo que teníamos que hacer, se esperaba tener un trabajo como había tenido mi padre de 30 años en una empresa y permanecer ahí, ofreciendo al individuo y su familia una estabilidad económica, de horarios y una repartición de las tareas más estáticas. Somos nosotros y nosotras a quienes nos toca errar y aprender de los fallos y enseñar a las nuevas generaciones que se están criando gracias a nuestro propio aprendizaje.
Esta reflexión viene de lo que escucho día tras día en consulta con mis pacientes. Personas que llegan a terapia con unos niveles de ansiedad elevados, dada de la falta de horizontes hacia dónde dirigirse con un vacío existencial grandioso y parece que sean ellos quienes tienen un problema. Y la realidad es que su malestar es producto del momento actual y tenemos que sobrevivir mediante técnicas de relajación o pastillas para poder seguir en pie día a día. Y esto, señoras y señores, no es un problema individual que tiene que resolver la persona sola yendo a terapia y ya está, sino que se trata de un problema estructural del sistema actual en el que estamos sumergidas y sumergidos todos nosotros.
Alba Nicolás Agustín, psicóloga de Psicara.
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