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ENERO, MES DE NUEVOS PROYECTOS Y EXÁMENES, ¿SIENTES ESTRÉS?

Bienvenidos al “Rincón de la Psicología”. Un espacio donde todos los miércoles, los psicólogos y psicólogas de PSICARA (Psicología Aragonesa en Acción) abordamos curiosidades relacionadas con la psicología. Esta semana vamos a hablar acerca de lo que es realmente el estrés, cuáles son sus causas y qué provoca en las personas.


Enero es el primer mes del año y eso quiere decir que es el momento de pensar y crear proyectos nuevos, planificar las nuevas metas a alcanzar y, para los estudiantes, es un mes lleno de muchos libros y estudio. Puede que te suene muy familiar la expresión de “estoy muy estresada o estresado” o “necesito unas vacaciones urgentemente”. ¿Eres capaz de decir cuántas veces lo escuchas al cabo de una semana por parte de otras personas o de ti mismo? Seguramente más de lo que creías si no te hubieras parado a pensar en ello. Pero, entonces, ¿es normal padecer estrés constantemente? ¿es adaptativo?


Vayámonos a la base fisiológica más primitiva del funcionamiento mental. Los animales necesitan sobrevivir de sus depredadores, y para ello, cuando sienten que están en peligro se activa un mecanismo fundamental, el instinto del miedo. Esta respuesta de supervivencia también la hemos heredado los seres humanos. En nuestro cerebro, existe una estructura llamada diencéfalo que participa en las respuestas neuroendocrinas al estrés y gracias al cual nos llega información del exterior y respondemos para sobrevivir. Es como si el instinto del miedo de nuestros antepasados estuviese en nuestro cerebro siempre preparado para presionar el botón de acción ante una emergencia.


En este punto estarás pensando, claro, los animales tienen que defenderse, pero los seres humanos no tenemos depredadores que nos persigan para que este mecanismo cerebral se active. Pero, sin embargo, en nuestro mundo contemporáneo este instinto se ha adaptado a los peligros actuales, como pueden ser: cruzar un paso de cebra en rojo, y al ver coches echarnos a correr automáticamente; o agarrarnos con fuerza de una barandilla cuando nos tropezamos bajando unas escaleras. En otras palabras, el miedo presiona el botón de respuesta, y se desencadenan mensajes hacia el cuerpo para movilizar las reservas de energía y producir respuestas fisiológicas. De esta forma, se acelera el ritmo cardiaco, proporcionando más sangre a los músculos necesarios. Todo el mecanismo anterior ocurre en una fracción de segundo.


Lo que nos diferencia de los animales es que, éstos tienen la capacidad de relajarse una vez pasado el peligro, pero las personas, no solo tenemos instinto sino que no podemos desconectar tan fácilmente. Los seres humanos recordamos y revivimos el pasado, tenemos miedo a que vuelva a ocurrirnos en el futuro y tenemos un sentido del yo, es decir, una conciencia de nosotros mismos, de lo que hemos hecho y nos ha ocurrido.


Nuestro sistema de alerta está muy desarrollado, pero ¿es esto beneficioso? Pues bien, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Es útil para planificar nuestra vida, resolver problemas, aprender de nuestro pasado e integrar experiencias, pero no es adaptativo cuando creamos bucles de preocupación, imaginamos situaciones horribles, revivimos recuerdos traumáticos, juzgamos negativamente la forma en la que actuamos y prestamos excesiva atención a cómo nos estarán evaluando el resto de personas.


A modo de ejemplo, imaginemos a Miguel, un estudiante que acaba un examen al que iba muy preparado y lo entrega a su profesora o profesor. En el momento en el que lo deja encima de la mesa, con la presión de los exámenes, al irse del aula comienza a tener los siguientes pensamientos “y si contesté mal, entonces suspenderé”, “ya no aprobaré la asignatura y no podré finalizar el curso académico”, “tendré que repetirlo el año que viene”, “ya iré con retraso respecto a mis compañeros”, “no podré triunfar en la vida, fracasare” etc. Esta amenaza imaginaria automáticamente hace que el instinto del miedo presione el botón de alarma y se desencadenen las respuestas fisiológicas como si se tratase de un peligro real.


Pero, ¿qué ocurre si estos miedos imaginarios se prolongan en el tiempo y ni la pelea ni la huida pueden solucionarlo? Este es el caso de María, quien llega a su trabajo y al ver que su jefa le ha dejado una torre de papeles para trabajar, piensa “ya se está pasando con tanto trabajo, le diré todo lo que pienso, o mejor aún, me voy y dejo el trabajo”, sin embargo piensa “pero entonces cómo pagaré las facturas, la hipoteca o la comida del supermercado”. En esta situación se ha activado su respuesta ante la amenaza, pero se ha reprimido ante la falta de acción por parte de María y con ello, se acumula esta tensión. De forma que cuando se va a su casa intenta descansar pero tiene pensamientos recurrentes sobre todo lo que le ocurre en su empleo.


Un excesivo estrés provoca consecuencias físicas, psicológicas y emocionales. Tales como dolor de cabeza, fallos de memoria, déficit de concentración, falta de energía, problemas cardiovasculares, musculoesqueléticos y estomacales y problemas de salud mental, entre otros.Como se puede contemplar, esas amenazadas imaginarias y pensamientos recurrentes afectan a nuestra salud. Es decir, cómo lo psicológico afecta a lo físico.


El estrés en su mediana dosis es útil, nos ayuda a afrontar peligros o situaciones difíciles, sin embargo, cuando éste se hace muy frecuente nos imposibilita tener una vida con un funcionamiento adecuado. Es importante conocerse para controlar el nivel óptimo de estrés que podemos soportar, y en caso de vernos sobrepasados buscar ayuda profesional.


Nuria Latorre Latorre

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