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¡ESTAMOS HARTAS/OS/ES!

Bienvenidas y bienvenidos al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la psicología. Debido a la serie de noticias de ataques homófobos que siguen ocurriendo en nuestro país hoy en día, hablaremos sobre la lgtbifobia. Acerca de qué es, cómo se mantiene en el tiempo y qué podemos hacer.


“La homofobia es una actitud hostil hacia la homosexualidad que se expresa en diferentes formas activas de violencia física y verbal y en un rechazo silencioso e institucionalizado hacia las personas identificadas como homosexuales, que limita su acceso a derechos, espacios, reconocimiento, prestigio o poder” (Garrido, 2014). Esta definición, aunque hable acerca de homofobia, podría aplicarse hoy en día a cualquier acto de lgtbifobia, pero ampliando a todas las letras que componen las iniciales del colectivo, ya que cualquier opción que salga fuera de la normativa cishetero podría considerarse diana de prejuicio en nuestra sociedad de hoy en día.


Actualmente siguen existiendo actos lgtbifóbicos tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Es cierto que ha habido muchos cambios y estamos tendiendo a tener una sociedad cada vez más abierta, siguen existiendo asesinatos, discriminaciones, acoso hacia el colectivo, por lo que todavía queda mucho por hacer. Antes de llegar a extremos como estos, existen múltiples formas de expresar esta discriminación hacia el colectivo que perpetúan la lgtbifobia, aunque de una manera menos directa y más “sutil”. Se podría observar en frases como “yo no soy homófobo, pero… que mi hijo no sea maricón”, “yo no soy homófoba, tengo amigos gays” o como “yo no soy terf, pero una mujer trans no es una mujer como yo”. Este tipo de oraciones que van después de estos “pero” muchas veces enmascaran lgtbifobia.


La expresión de la homofobia, y podría extrapolarse a la lgtbifobia, puede tener múltiples topografías, entre otras, Dovidio (2001) sugiere un modelo tridimensional en el que diferencia tres componentes interrelacionados. En primer lugar, el estereotipo o aspecto cognitivo, que incluiría las creencias acerca de la homosexualidad como algo antinatural. En segundo lugar, el prejuicio o aspecto emocional, donde se encontrarían las evaluaciones negativas al colectivo y el sentimiento de miedo o incomodidad ante él. Por último, la discriminación o aspecto conductual, que sería la expresión de conductas negativas hacia las personas del colectivo como la agresión, insulto o burla.


Si gran parte de la base de esta discriminación se sabe que proviene de los prejuicios y estereotipos y sabemos que son la fuente de cualquier discriminación (ya sea de machismo, racismo, lgtbifobia, etc.)¿por qué siguen existiendo? ¿por qué les seguimos haciendo caso? Los seres humanos somos animales sociales, y como animales sociales funcionamos agrupando conjuntamente a las personas que parecen similares (estereotipos) que dan lugar a evaluaciones positivas o negativas de un grupo social y de sus miembros (prejuicios). Además, te diré que estos procesos guían todas nuestras interacciones con los grupos, por lo tanto, todas y todos tenemos prejuicios y estereotipos, aunque no seamos del todo conscientes.


Existe un sinfín de teorías que explican el porqué de los estereotipos y prejuicios, pero a la hora de la verdad, por mucho conocimiento teórico que tengamos a nuestra disposición todavía no se ha conseguido llevar a la práctica, ¿por qué? te preguntarás.

Como ya se ha dicho, un componente fundamental de todo esto viene en el automatismo de todo esto y, entonces, generalmente no solemos ser conscientes de ellos. Por ello, el primer paso es ser capaz de identificar estos estereotipos y prejuicios para que, cuando se activen, podamos no actuar en consecuencia a ellos y llevar a cabo una respuesta mucho más respetuosa, lo cuál marcará la diferencia.


Como estas discriminaciones parten de modelos “automáticos” que nuestra cognición ha generado, desde aquí quería finalizar hablando de la importancia de la necesidad de una adecuada educación afectivo sexual desde la infancia. Donde se creen espacios seguros y abiertos para poder hablar desde la naturalidad de todo tipo de cuestiones que la sexualidad humana puede ofrecernos, con la finalidad de normalizar la diversidad y prevenir futuras conductas y verbalizaciones discriminatorias.



Alba Nicolás Agustín, psicóloga de PSICARA.

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