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LA DESCONFIANZA DEL AMOR PROPIO

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En esta ocasión trataremos ciertas sensaciones que emergen en algunos contextos e intentaremos dar respuesta a ¿por qué siento lo que siento? y ¿qué puedo hacer en esas circunstancias?


Empecemos con alguna de esas situaciones críticas, en la que, por ejemplo, Alicia, la directora de Recursos Humanos de la empresa en la que quieres trabajar, te llama para informarte de que han pensado en ti para el puesto por lo que quieren entrevistarte el lunes a las diez de la mañana. En ese momento puede que sientas que tu pierna izquierda empieza a moverse frenéticamente y que de repente tus manos se humedecen, e incluso el ritmo de tu corazón se acelera. Tal vez tus mejillas ahora estén sonrojadas y un montón de pensamientos se amontonen en tu mente dificultando la escucha del resto de indicaciones que te está dando Alicia. Otro ejemplo podría ser que tu pareja desde hace seis meses, te invita a una comida familiar para conocer, en concreto, a sus madres, una gran profesora de danza y una importante abogada que ejerce desde hace años en un prestigioso bufete.

¿Comienzas a sentir eso que seguramente sentirías en estas situaciones?


Probablemente, a lo largo de tu vida, te hayas encontrado en momentos como estos y hayas pensado “¡Qué vergüenza! No sé si estaré a la altura, soy demasiado tímido/a para esto…”. Pero ¿qué es la vergüenza y qué es la timidez? ¿qué se esconde detrás de estas emociones?

En primer lugar, la timidez es un sentimiento de inseguridad que aparece en situaciones sociales, responsable de que las personas se inhiban en sus relaciones con otras personas. Esto se podría traducir como el miedo al rechazo en situaciones sociales. Como consecuencia de ello, en muchas ocasiones forjamos una armadura que no deja mostrar a los demás aquello que consideramos nuestras debilidades y por lo que tememos ser rechazados/as. Como indica Molière, “la timidez es la desconfianza del amor propio, que deseando agradar teme no conseguirlo”.


Por otro lado, la vergüenza es un sentimiento de indignidad debido a un error propio, una humillación y/o un insulto recibido por otras personas, aunque en ciertas ocasiones somos nosotros/as mismos/as los/as que nos criticamos de forma negativa con pensamientos como “¡qué ridícula eres!”, “¡solo se me ocurre hacer esto a mí!”, “¡qué van a pensar ahora de mí!, bf…”. En algunos momentos estas auto-afirmaciones surgirán al interpretar (de forma adecuada o no) las expresiones o palabras de los allí presentes, pero en muchas otras ocasiones se darán sin ofensas externas reales, y ¿el porqué de esto? Porque la vergüenza es la expresión del miedo a la burla o a la humillación, y nosotros nos anticipamos para protegernos.


Como puedes intuir, el surgimiento de ambas emociones hacen un combo explosivo que puede derivar en pensamientos como "me lo merezco" y "me está bien por tonto/a" o en la creencia desadaptativa de que no puedes huir de la humillación, de que eres inútil e inepto/a socialmente y no hay ayuda posible que te haga mejorar. Otra manera de afrontarlo, mucho más adaptativa, es expresar una actitud de que mejoraré mis capacidades, aprenderé de mis errores e incluso me acabaré riendo de lo sucedido y pasará a ser una buena anécdota que contar en el futuro.


Y ¿de qué depende que adopte una respuesta u otra de forma automática? De las experiencias previas que haya vivido en la infancia y de cómo las haya aprendido a gestionar. Tal vez toque hurgar en heridas del pasado para poder solventar algunos problemas que surgen en el presente, pero no estás solo/a en este proceso, tienes a tu disposición a profesionales de la Psicología que podrán acompañarte y guiarte en el camino. Y, por supuesto, igual que en la infancia aprendiste a dar respuesta de una manera determinada a estas situaciones con timidez y vergüenza, se puede re-aprender a afrontar situaciones sociales de una forma más adaptativa mediante la conciencia emocional, es decir, siendo conscientes de cómo nos sentimos en cada momento; la restructuración cognitiva, cambiando pensamientos desadaptativos por otros más adaptativos; la motivación intrínseca de cambiar aquello con lo que no nos sentimos cómodos/as o nos crea malestar; y el constante entreno, hasta que llegue el día que de forma automática tu respuesta sea mucho más saludable.


No hay mayor ilusión que el miedo. Solo podemos tener miedo de lo que nosotros realmente pensamos, de lo que nosotros realmente ya creemos que somos. Me explico: Si yo, por ejemplo, pensara que tú puedes considerarme aburrida, o fea, o pesada.; eso me asustaría solo porque yo misma puedo llegar a creer eso sobre mí. Si yo no lo creyera, no contemplaría la opción de que otros pudieran pensarlo; sencillamente porque no se me pasaría por la cabeza. De modo que lo peor que puede pasar es que piense que tú piensas de mí lo que yo pienso de mí misma. Eso es el miedo. En eso consiste el miedo. En colocar sobre los demás los juicios propios que aún no nos hemos atrevido a indagar. Y la única forma de acabar con el miedo es que yo investigue por mí misma mis juicios, dentro de mí. Y no tiene nada que ver contigo, ni con el mundo. Podría acabarse el mundo y extinguirse la humanidad, y yo seguir con mis miedos si aún no me he parado a cuestionarlos. El hecho de vivir o no con miedo solo depende de uno mismo

– Julia Jiménez Hens



Carla Barros Sánchez, psicóloga de PSICARA



BIBLIOGRAFÍA:


Lichtenberg, J. D. (2006). La vergüenza, reguladora social de la iniciativa; la vergüenza, destructora sigilosa de la iniciativa. Aperturas psicoanalíticas, 23.



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