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LA PALABRA COMO HERRAMIENTA. VENTILACIÓN EMOCIONAL

Foto del escritor: PSICARAPSICARA

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.


La capacidad que tenemos de hacer frente a las emociones de gran intensidad ha sido ampliamente estudiada. Para algunos autores el procesamiento emocional se da cuando una persona trata activamente de conocer y entender las emociones y su significado (Stanton et al., 2000).


Por ejemplo, ante la pérdida de una persona cercana, lo esperable es un profundo malestar. Alguien con una alta capacidad de procesamiento emocional sería capaz de enfocar su atención hacia ese malestar para identificarlo y etiquetarlo con la emoción correspondiente (tristeza, desasosiego, etc.). Esto le permitiría entender el significado de esa emoción que, siguiendo con el ejemplo, sería aceptar que alguien que era importante en su vida ya no está y no puede hacer nada para evitarlo.


Pero esto no solo es importante ante emociones especialmente intensas o situaciones traumáticas, sino que un adecuado procesamiento emocional es beneficioso ante cualquier emoción.


Algunas personas encuentran muchas dificultades para hablar de lo que les pasa, especialmente, en el plano emocional. Quizá se criaron en un ambiente en el que nadie hablaba de cómo se sentía y, por tanto, no pudieron aprender a poner nombre a sus emociones; o quizá no dieron con buenos receptores y aprendieron que no merecía la pena compartir con nadie su mundo interno. Podemos hacer diferentes hipótesis de por qué es una tarea difícil para algunos, pero lo cierto es que puede haber tantas suposiciones como individuos.


Lo que sí se sabe es que aquello que no decimos, queda guardado dentro de nosotros, no se va. En cambio, la expresión emocional tiene un efecto reparador en la persona, pues ayuda a que el malestar se vaya disipando.


El primer paso a dar es claro: para poder nombrar, hay que saber identificar. A continuación, vas a leer algunos ejemplos que posiblemente hayas escuchado o utilizado:


-       “No me encuentro muy allá”.

-       “Estoy un poco plof”.

-       “Hoy tengo el día raro”.


A veces no encontramos las palabras exactas que definan cómo nos encontramos o la rutina no nos permite una tregua para pararnos a analizar cuál sería la palabra más apropiada para describir nuestro estado. Esto nos puede conducir a resumir cómo nos sentimos en dos categorías: “estoy bien” o “estoy mal”, pero ni bien, ni mal, son emociones. No es lo mismo estar “mal” porque sientes tristeza, que porque sientes rabia. A su vez, no es lo mismo sentir rabia porque no te han respetado, que porque no hayas cumplido un objetivo en el trabajo.


De ahí, la importancia de ir afinando cada vez más nuestro lenguaje emocional. La psicóloga Lisa Feldman (2018) acuñó el término granularidad emocional para referirse a este ejercicio de precisión.


-       “No me encuentro muy allá” vs. “Estoy decepcionada con alguien que es importante”.

-       “Estoy un poco plof” vs. “Me siento triste y desmotivada”.

-       “Hoy tengo el día raro” vs. “Me noto sensible e irritable con mi entorno”.


Pero no toda la responsabilidad de una comunicación emocional adaptativa y saludable recae sobre el emisor del mensaje. Hay un factor clave a tener en cuenta: ¿quién es la persona que nos escucha y qué habilidades tiene? En este sentido, debemos ponérnoslo fácil. No tratemos de buscar apoyo o comprensión en alguien que no suele reportarnos esto. Busquemos a aquel interlocutor capaz de trasladar presencia, empatía y validación, porque esto es lo que va a generar una sensación de confort en la persona que comunica algo tan íntimo como son sus emociones.


Por lo tanto, compartir cómo nos sentimos con otras personas que sepan acogernos nos ayuda a:

  • Estrechar lazos: Comunicarnos nos une. Aunque el otro no haya pasado por lo mismo que yo, es posible que lo transmitido resuene con su propia historia. Al final, todos sentimos.

  • Buscar consuelo: Cuando alguien nos consuela, nos cuida y acompaña en la experimentación de emociones como la tristeza. 

  • Desahogar: Una especie de bomba de drenaje con la que poder descargar la tensión generada. Su efecto puede sentirse muy liberador.

  • Plantear nuevos puntos de vista: Hay sucesos que pueden ser reformulados desde una óptica diferente. Gracias a la alteridad, a que tengo alguien delante con quien conversar, puedo transformar mi visión.

  • Ajustar la responsabilidad: Especialmente interesante si la culpa es abrumadora.

  • Perder parte de vergüenza: Ayuda a no tener que ocultar; puedo contarlo, puedo mostrarme.


Otra opción viable para quien sienta que hablar sobre lo que siente es muy difícil puede ser la escritura. Escribir sobre una experiencia que nos haya pasado obliga a estructurar y organizar ideas, lo que permite un análisis de los pensamientos y emociones que se plasmen, pudiendo llegar a encontrar un sentido a dicha experiencia.


Por estas razones y muchas más, la palabra se convierte en bálsamo para el dolor. En esto consiste, precisamente, la ventilación emocional: sacar nuestras emociones, ya sea de forma oral, con alguien de nuestro entorno o con un profesional, o escrita, plasmando en un papel aquello que llevamos por dentro.


Shakespeare escribió sobre esto en su obra Macbeth: “Dad palabras al dolor. La desgracia que no habla, murmura en el fondo del corazón, que no puede más, hasta que lo quiebra”

 

Berta Maté Calvo, psicóloga de PSICARA

Referencias bibliográficas:


Feldman Barrett, L. (2018). La vida secreta del cerebro. Cómo se construyen las emociones. Paidós.


Gonzalez, A. (2021). Lo bueno de tener un mal día: Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Ediciones Culturales Paidos S. A. De C. V.


Moral, G. y Hervás, G. (2017). Regulación emocional aplicada al campo clínico. Formación continuada a distancia, 30.


Stanton, A. L., Kirk, S. B., Cameron, C. L. y Danoff-Burg, S. (2000). Coping through emotional approach: scale construction and validation. Journal of personality and social psychology, 78(6), 1150

 

 



 
 
 

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