Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Para empezar este artículo e introducir el tema que abordaremos hoy, quiero compartir con todas las personas que estáis leyendo esto un fragmento del libro autobiográfico “Yo, adicto”, de Javier Giner. El trocito que vais a leer a continuación habla de la historia de Berto, uno de los compañeros con adicción con el que el autor compartió el tratamiento residencial que ambos realizaron para recuperarse de este problema. Después de narrar la despedida de Berto tras varios meses de proceso, el autor describe también lo que sucederá en la vida de su compañero durante los meses siguientes:
“Berto regresará a su casa en un barrio obrero a las afueras de Barcelona. Sus amistades y su familia le notarán muy cambiado y se alegrarán por él. La relación con su mujer habrá mejorado y los problemas maritales, que a punto estuvieron de acabar con el matrimonio, se habrán esfumado, en su mayor parte. Al cabo de pocas semanas, un día le invadirá el cansancio y la pereza y no acudirá a una de sus terapias. Al poco tiempo, pondrá excusas y se saltará alguna más. A los tres meses, en una noche especial en la que organiza una cena romántica con su esposa, se sentirá nervioso, alegre y realizado y brindará con un poco de vino. Solo un poco. Un mes después, en una boda familiar, eufórico, contagiado por la felicidad del evento, consumirá cava y cocaína. Un par de rayas, nada más. Se meterá otro par con unos colegas, una noche de fútbol, de nuevo movido por la satisfacción de ver a su equipo ganar la final. No pondrá en práctica lo que ha aprendido en la clínica: no compartirá con nadie estos consumos, ni con su círculo cercano ni con su terapeuta ambulatorio. Simplemente lo hará y continuará viviendo. A los seis meses, un día agitado en el que nada irá como él espera, recriminándose no haber tomado una decisión que debería haber tomado, después de una discusión con su mujer (nada importante, un tema económico de un crédito), se descubrirá yendo a pillar con el coche, a lugares alejados que conoce de hace tiempo y de los cuales se ha mantenido apartado. Recaerá, con fuerza renovada. En una semana estará enganchado. Regresará al consumo diario, al trapicheo, a la colección de gramos, de idas y venidas, de mentiras, de excusas, de silencios, de olvidos, al aislamiento y a la rabia”.
Esto que Berto vivirá será una recaída, volverá al patrón de consumo que tenía antes de haber estado un periodo abstinente, manteniendo ese consumo sostenido en el tiempo y perdiendo el control de este. Algunos autores diferencian esto del término de caída, el cual se refiere a un consumo puntual y aislado después de un periodo de abstinencia, sin una afectación considerable, que después puede o no llevar a un estado de recaída. En el caso de Berto, podemos imaginar que una caída hubiera sido si únicamente hubiera bebido esa primera copa de vino en la cena con su mujer.
¿Recaer es un fracaso? La adicción, al ser una enfermedad de carácter crónico, no desaparece o se cura por completo cuando se deja de consumir. La tendencia a recaer es parte natural de la enfermedad adictiva. Como dice el autor en este libro, “liberarse del síntoma (dejar de consumir) no hace que la enfermedad desaparezca”. La adicción genera dependencia física y psicológica, la primera es más o menos corta dependiendo de la sustancia y tipo de consumo; la segunda es mucho más duradera en el tiempo. El cerebro de una persona adicta ha aprendido que cuando tiene “x” sustancia o cuando juega, siente “x” beneficios. Tener una recaída no significa perder lo conseguido hasta ese momento o que no haya solución. La falsa creencia de que recaer es un fracaso puede contribuir a que ésta se produzca una y otra vez, o incluso que se oculte. Es importante averiguar qué ha pasado y aprender de ello.
¿La recaída sucede de un día para otro o es un proceso? Al igual que una persona consumidora no se convierte en adicta de un día para otro, sino que hay muchos factores implicados en la gestación de esa adicción a lo largo del tiempo, con la recaída sucede lo mismo. La recaída nunca viene sola, siempre avisa; por eso es importante prestar atención a las señales de alarma con el fin de prevenirla. Berto no recae de un día para otro, hay muchas alarmas rojas y grandes que le están avisando que la recaída está a la vuelta de la esquina. Esto es como cuando vamos conduciendo por la autovía a 120km./h., y nos encontramos la primera señal de peligro que nos indica que en 1 km. hay una curva peligrosa. Tenemos dos opciones, ignorarla y seguir yendo a 120 km./h. o empezar a reducir la velocidad. 500 metros más adelante nos volvemos a encontrar con la misma señal, volvemos a tener las mismas opciones. Si reducimos la velocidad, tenemos la posibilidad de coger bien la curva. Si continuamos yendo a 120 km./h., es altamente probable que nos choquemos. Berto se encuentra en la misma tesitura, entre las dos opciones que tenía, ignorarlas o prestarles atención, él eligió ignorarlas, y el resultado de eso fue estrellarse y volver al patrón adictivo.
¿Cuáles son algunas de las señales de aviso más significativas que se encienden y anuncian que una recaída está próxima? Vamos a identificar las alarmas a partir de la experiencia de Berto: ALARMA NÚMERO 1: Empezar a “almacenar” sentimientos, no darles importancia, no expresarlos y no compartirlos (cansancio y pereza) a las pocas semanas de salir del centro y retomar el contacto con el mundo exterior. ALARMA NÚMERO 2: Dejar de ir a terapia poniendo excusas, eliminando así un espacio de seguridad y protección que le permite tomar conciencia de su adicción y se aleja de personas que le ayudan. En definitiva, se está quitando el cinturón de seguridad. Eso va haciendo poso, y se empiezan a sumar alarmas. ALARMA NÚMERO 3: Exponerse al riesgo: estar en espacios donde antes consumía, cerca de sustancias y personas consumidoras (la cena con su mujer, la boda o el partido de fútbol en la que hay alcohol y cocaína). Estos escenarios inevitablemente van a despertar sensaciones, recuerdos, pensamientos del pasado e incluso deseo por consumir. O sea que además de haberse quitado el cinturón de seguridad, se mete en una zona complicada, así, a pelo. ALARMA NÚMERO 4: Tener la falsa creencia de que puede controlar la cantidad de consumo de una droga y que un uso puntual no afectará al proceso de recuperación (esa primera copa, esas primeras rayas). ALARMA NÚMERO 5: No pedir ayuda cuando ha consumido, no hablarlo con nadie y seguir funcionando como si eso no hubiera pasado. Si en ese momento Berto hubiera parado y hubiera pedido ayuda, ese consumo ocasional podría haber evitado una recaída mayor y sus consecuencias. Pero el no hacerlo es un claro indicador de que a partir de ahora el consumo va a ir cuesta abajo y sin frenos. ALARMA NÚMERO 6: Vivir eventos estresantes o conflictos interpersonales y no resolverlos: la discusión con su mujer supone la vuelta a esos problemas maritales que parecían haberse resuelto en su mayoría. ALARMA NÚMERO 7: Experimentar cambios en los estados emocionales y no gestionarlos de manera adaptativa (cansancio, pereza, nervios, alegría, euforia, agitación, recriminación por no haber hecho lo que debería, etc.). Berto tiene muchas señales de aviso y muchas oportunidades para parar el proceso antes de que llegue el primer consumo, pero no pone en marcha las herramientas que ha aprendido y, finalmente, el resultado es volver al patrón de consumo en el que pierde el control.
Los estudios indican que la mayor parte de las recaídas están asociadas con todas las alarmas que se han señalado en el caso de Berto. También añaden la modificación de las rutinas de sueño, alimentación, deporte y hábitos saludables; el aislamiento social o el sentirse sin apoyo social o emocional; la negación de las dificultades o la minimización de los problemas; y la no resolución de conflictos interpersonales e intrapersonales.
¿Por qué Berto no dice nada de lo que le está pasando? No sabemos exactamente cuáles son los motivos, pero podemos sospechar que pueden estar relacionados con el autoengaño y la falsa creencia de que “solo podrá superarlo” o de que “no es para tanto”, la dificultad para pedir ayuda, el miedo a fallar o decepcionar a las personas cercanas, evitar un conflicto con los otros, la sensación de fracaso personal, la culpa o la vergüenza.
Hemos hablado mucho de Berto, pero ¿quién se acuerda de su mujer? Aunque es muy complicado conocer lo que siente ella, podemos asegurar completamente que también es sufridora de la adicción de su marido. La adicción no la sufre únicamente la persona consumidora, sino también los familiares que le rodean. Por esta razón, cualquier postura que la familia adopte es lícita y comprensible. La mujer de Berto finalmente decide separarse de él. A otros familiares que deciden acompañarle les puede ayudar, primero, entender que es una problemática que va a acompañarle de forma latente toda la vida. Teniendo esto presente, romperán falsas ilusiones y expectativas, y se despegarán de futuras frustraciones. De la misma manera, pensar que, aunque la recaída se puede frenar y no está 100% asegurada, existe la probabilidad de que ocurra. Esto favorecerá no bajar la guardia y prestar atención a las situaciones, pensamientos y estados emocionales que pueden acercar al consumo. Y, sobre todo, acompañar e incitar a la persona a que, a corto, medio y largo plazo, aunque se vea muy bien o muy estable, continúe con su recuperación y con ayuda profesional, porque dejar la recuperación es un factor que promueve la recaída.
Jessica Esteban Arenas, psicóloga de PSICARA
Referencias bibliográficas:
Barragán Torres, L., Flores Mares, M., Ramírez García, A. N., y Ramírez Mendoza, C. (2014). Manual del programa de prevención de recaídas. Secretaría de salud.
Becoña Iglesias, E., y Cortés Tomás, M. (2016). Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación.
Giner, J. (2021). Yo, adicto. Paidós.
Comments