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LA SENSACIÓN DE SEGURIDAD EN LOS VÍNCULOS: CÓMO SOBRELLEVAR EL MIEDO AL RECHAZO

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En esta ocasión dedicaremos la sección de hoy a mirar hacia dentro, a esos patrones automatizados que en nuestro día a día determinan muchas de nuestras decisiones, sobre todo nos centraremos en las que tomamos respecto a los tipos de vínculos que mantenemos.


En consulta, cuando hablamos de vínculos, a veces escucho frases como “es que cuanto más pasa de mí, más me engancho, ¡no puedo evitarlo!”, “si discutimos por algo, puedo entender que necesite espacio, pero yo quiero hablarlo ya”, o en el otro extremo, también encuentro verbalizaciones como “siempre quiere hablar todo en cada momento, no sabe darme mi espacio” o “a veces me agobia”. Todas estas sensaciones se activan de forma automática cuando establecemos vínculos afectivos de cualquier tipo, y son pensamientos inevitables. ¿De qué depende que unas personas tengamos un tipo de actitudes u otras en las relaciones? Pues bien, uno de los aspectos que más influye son nuestras bases de apego.

La siguiente pregunta entonces sería, ¿qué es eso del apego? La respuesta que suelo encontrar en consulta es la de “sentir apego por alguien es cuando le quieres” Y sí, esto tiene algo que ver, pero va mucho más allá, ya que el apego en los vínculos es más bien la sensación de seguridad que sentimos. Para construir relaciones de apego seguras, primero es interesante poder conocernos mejor a nosotros mismos, “¿qué siento si alguien me dice que se ha olvidado de quedar conmigo?, ¿por qué me da miedo decirle que no quiero hacer ese plan?, ¿es normal que me agobie cuando insiste en hablar de  algo?”. 


Muchas de las interacciones sociales que consideramos importantes nos despiertan diferentes miedos, y, como seres sociales que somos, al necesitar del otro para sobrevivir se activa en ocasiones un miedo muy básico: el temor al rechazo. 


Recordemos que el miedo en sí mismo es una emoción desagradable pero funcional, ya que nos ayuda a protegernos y sobrevivir. También tiene esta función cuando se trata del miedo al rechazo, ya que nos avisa de que quizá tenemos que cuidar mejor un vínculo que para nosotros es importante. Sin embargo, a veces este miedo nos desregula y nos hace actuar de forma más impulsiva, desde nuestros instintos más básicos de supervivencia, como si nos convirtiéramos en niños/as de nuevo.


Hablando en términos muy generales, en tema de apego hay que entenderlo como un continuo que puede moverse en ocasiones hacia dos tendencias opuestas en las que este miedo se manifiesta. Por un lado, hay personas con mayor tendencia hacia el apego evitativo, lo cual puede sonarnos a personas más frías o que no son “tan emocionales, ni afectivas”, pero ello no implica que necesiten menos amor. Este mecanismo simplemente actúa como una defensa ante el miedo al rechazo, sería algo así como “antes de que me hagan daño, me alejo” o “antes de que me dejes, te dejo yo a ti”. Estas personas no necesitan de menor afecto, sino que actúan alejándose bajo el miedo.


Por otro lado, la otra tendencia sería la del apego ansioso, quienes necesitan comprobar que la otra persona les aprecia y quiere, ante precisamente ese miedo de perder a alguien. “Necesito que me diga que no pasa nada cuando discutimos”, vendría también de una activación de este miedo, por lo que las personas con esta tendencia no es que sean más “emocionales o afectivas”, sino que es el mecanismo de defensa que utilizan ante este miedo. 


Cabe destacar que no es malo ni bueno una tendencia u otra, sino que es la forma en la que cada persona hemos aprendido a sobrellevar el miedo al rechazo. 


El apego evitativo y el ansioso son dos mecanismos, pero también está el apego seguro, donde esa voz interior que trata de calmarnos ante los miedos. Es cuando se activa el miedo, pero actuamos de forma más comprensiva, calmada y viendo la situación con perspectiva. Para ejemplificar los tres tipos de apego, vamos a imaginar que hemos quedado con alguien y esa persona se ha olvidado.


¿Cómo actuaríamos desde la evitación? “Si se ha olvidado de quedar conmigo es porque quizás ya no le importo, por lo que a mí me importa menos aún, si quiere la próxima vez que venga él/ella a proponerme un plan”.


¿Cómo sería desde el ansioso? “Si se ha olvidado de quedar conmigo es porque quizás ya no le importo, no sé por qué, qué habré hecho yo, qué puedo hacer, le voy a llamar para que me explique por qué ya no tiene interés en mí”


¿Cuál podría ser la forma en la que un apego seguro se enfrentaría a ello? “Si se ha olvidado de quedar conmigo es porque quizás ya no le importo, aunque pensándolo bien, es la primera vez que pasa y realmente puede que se haya olvidado de quedar conmigo. Esto no significa que no me quiera, sé que es una persona despistada, voy a preguntarle si le ha podido ocurrir algo”. 


El apego seguro sería el punto medio entre los extremos del evitativo y el ansioso. Según nuestras experiencias en la infancia y a lo largo de nuestra vida, desarrollamos un tipo de tendencia u otra, lo cual no significa que no podamos modificarla, ya que identificando nuestros patrones y teniendo la motivación al cambio todas las personas tenemos el poder de evolucionar.


Los vínculos relacionales implican un baile de emociones según las situaciones que se generen, lo que dice una persona, lo que responde la otra, etc. Constantemente se despiertan en nuestro interior diferentes pensamientos, sensaciones corporales y emociones, por lo que, para construir y mantener vínculos seguros, necesitamos de dos grandes aliadas: la comunicación y la comprensión mutua. Hasta ahora no he conocido a nadie que disponga de una bola mágica en la que se puede ver el mundo interior de la otra persona, por tanto, es importante preguntar a la otra persona cómo se siente, ser conscientes de las diferentes interpretaciones que pueden ocurrir. Todo ello desde la comprensión. 


Todas las personas tenemos un pasado y unas heridas, todas necesitamos sentirnos vistas y comprendidas. La vida a veces nos hace enfrentarnos a retos muy complicados, por lo que desarrollar vínculos seguros es como construir un refugio en el que protegernos ante las tormentas inesperadas.


Nuria Latorre Latorre, psicóloga de PSICARA

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