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LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy hablaremos de las apariencias y de cómo éstas pueden jugarnos una mala pasada.


Para empezar, vamos a hacer un breve juego que nos ayudará a entender el fenómeno del que hablaremos hoy. ¿Tienes papel y boli, o tu teléfono móvil a mano? Cógelo. Voy a definirte a Sara en 5 palabras: inteligente, trabajadora, impulsiva, testaruda y avariciosa. Ahora, describe en dos frases a Sara con tus propias palabras y apúntalo antes de continuar. ¿Ya lo tienes? Voy a definirte a Pepe en 5 palabras: avaricioso, testarudo, impulsivo, trabajador e inteligente. Si puedes, léeselo a alguien y dile que te describa con sus propias palabras en dos frases cómo es Pepe. ¿Qué ha ocurrido con las descripciones de cada persona? Puede que cada una de ellas sean curiosamente diferentes a pesar de que eran los mismos adjetivos. Y es que tal vez, el orden SÍ importa.


Nuestro cerebro está evolutivamente preparado para simplificar procesos perceptivos y cognitivos. Esto es muy eficaz en algunos casos, pero también nos puede jugar una mala pasada y conducirnos a errores de juicio como ocurre con el “Efecto Halo”, que es lo que nos puede haber ocurrido en el ejemplo anterior.


Fue el psicólogo Edward L. Thorndike en 1920 a partir de sus investigaciones con el ejército cuando observó este efecto. Se pidió a una serie de oficiales que valorasen ciertas cualidades de varios de sus subordinados. Observó que los subordinados que obtenían puntuaciones negativas en una de sus características, tendían a tener puntuaciones negativas en el resto de aspectos, y los que eran valorados positivamente en un aspecto concreto, tendían a ser valorados positivamente en todas las demás. Por tanto, el modo en el que se valoraba una característica concreta estaba muy correlacionado con la valoración que se hacía del resto de características.


El efecto Halo se trata de un sesgo cognitivo que nos acompaña en nuestra vida cotidiana de forma totalmente inconsciente, en el que realizamos una generalización errónea a partir de una sola característica o cualidad de un objeto, empresa, marca o persona. Presuponemos, valoramos e incluso llegamos a concluir determinados datos que no conocemos a raíz de otro muy concreto. Por ejemplo, vamos a asumir que alguien es agradable porque nos ha parecido atractivo físicamente a primera vista. En ese sentido, también puede ocurrir de forma contraria, alguien a quien no vemos muy agradable físicamente nos llevará a ver aspectos negativos de su forma de ser.


Las personas emitimos juicios de valor de forma habitual, sin mala intención y de forma inconsciente debido al “Efecto Halo”, a pesar de que muchas veces creemos que nuestros juicios son objetivos y neutros y que no solemos generalizar. No queremos juzgar a la ligera, pero nuestro cerebro necesita hacerse una idea rápida de aquello que tiene delante.


El efecto Halo también está muy presente en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, como en la publicidad o en la educación. Por ejemplo, las campañas de publicidad en las que se utiliza la imagen de una persona famosa para anunciar el producto o servicio.


Probablemente su aparición no nos informe sobre las características y funcionalidades de la cafetera o aspiradora que se nos trata de vender, sin embargo su presencia nos afecta sutilmente. Por ejemplo, José Coronado anunciando yogures, George Clooney una cafetera, o Antonio Resines proponiéndonos todas las ventajas que ofrece una compañía móvil. La aparición de personajes públicos que aporten características positivas al producto, puede tener resultados beneficiosos en las ventas. También los profesionales del ámbito de la educación pueden tener “por culpa del Efecto Halo”, sus alumnos preferidos. Y es que los alumnos que suelen sacar mejores notas, reciben por término medio, un trato más benevolente.


Por último, hablaremos de un experimento de la psicóloga Ellen Langer: A los sujetos del experimento se les presentaban dos personas de las cuales una iba a ser su oponente en un juego. Este juego consistía en levantar cartas de un mazo para ver quién tenía la de más valor. El jugador tenía que elegir uno de dos oponentes: el primero era un hombre bien vestido, educado y que reflejaba confianza. El segundo en cambio era un hombre mal vestido y bastante maleducado. ¿Qué sucedió? Los sujetos del experimento fueron víctimas del “Efecto Halo”. Arriesgaron mucho más en sus apuestas contra el segundo jugador, pensando “soy mejor que él, puedo ganarle”. Su mala apariencia y carácter se trasladó a sus habilidades en el juego, a pesar de que sabían perfectamente que era puro azar. Éste experimento ha sido imitado cientos de veces por estafadores de medio mundo que, haciéndose pasar por “tontos”, han conseguido utilizar el efecto halo a su favor para engañar a incautos que se han dejado llevar por la primera impresión.


“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”- Nicolás Maquiavelo.



Araceli Cruz Martínez

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