top of page
  • Foto del escritorPSICARA

LOS DOS FOCOS: ¿CUÁL UTILIZAS MÁS TÚ?

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Esta semana os traemos una metáfora, en la que presentaremos los 2 focos a partir de los cuales integramos todo aquello que vivimos.


Imaginemos que todos y todas tenemos dos focos o linternas que nos sirven para obtener la información que nos permite juzgar e interpretar tanto lo que hacen los demás, como lo que hacemos nosotros mismos. Por un lado, tendríamos el foco con el que iluminamos todo lo desagradable, negativo o que no nos gusta y, por otro lado, tendríamos el foco con el que iluminamos lo positivo, lo que nos gusta o lo que los demás hacen bien. Y aunque todos y todas los tenemos, apenas nos paramos a pensar en nuestros propios focos y lo que iluminamos con ellos. De hecho, muchas veces el uso que hacemos de ellos está descompensado, ya que no los tenemos entrenados por igual. ¿Qué ocurre entonces?


¿Cómo repercute un uso desequilibrado de este foco en nuestra relación con los demás?

Debido a que muchas personas tenemos muy entrenado el foco o la linterna de lo negativo, estamos acostumbrados a darnos cuenta con mucha facilidad de lo que los demás hacen mal. Esto nos lleva a que, en ocasiones, nuestras interacciones con los demás estén enmarcadas en la crítica. ¿Qué es más fácil, que le digamos a un amigo que es un pesado o que reconozcamos algo que ha hecho bien? ¿Que un jefe le diga al trabajador que el informe que ha elaborado está poco detallado o que reconozca que se ha esforzado mucho en la presentación del nuevo producto? ¿Que un padre o una madre le diga a su hijo que tiene la habitación desordenada o que le elogien por ser tan amable con la persona mayor que se ha cruzado en el rellano? Se nos olvida elogiar o reforzar aquellas conductas que queremos que se sigan produciendo, algo que es fundamental. A veces esto ocurre porque damos por hecho dichas conductas o porque consideramos que son mínimos que se deberían cumplir, pero si deseamos que sigan ocurriendo ¿no deberíamos hacer algo para ello? Una metáfora que sirve para representar la importancia de potenciar el foco de lo positivo y los refuerzos es la siguiente: si yo quiero que un perro aprenda a ir del punto A al punto B y solo le castigo cuando no se dirige al punto B, aprenderá hacia donde no tiene que ir, pero no aprenderá hacia donde sí tiene que dirigirse. Para ello, tendré que reforzar cada paso que dé en la dirección correcta. Tener esto en cuenta es muy importante en nuestras relaciones sociales, en el ámbito laboral y para la educación de nuestro hijos o estudiantes. Pero también es fundamental tenerlo presente en nuestra relación con nosotros mismos.


¿Cuál es la influencia de estos focos sobre uno mismo?

Un desequilibrio en estos focos puede producirnos malestar, ya que podemos llegar a ser muy injustos con nosotros mismos, y hacer una evaluación de las situaciones que vivimos que puede distar bastante de la realidad. Por ejemplo, el otro día, un amigo que tiene un bar me contaba que unos clientes le habían puesto una reseña en Google, y me decía lo siguiente: “En el comentario ponía que no había zona de juego para niños pequeños y que cuando llegaron los clientes ya no quedaba uno de los platos del menú. Y joder, es que es muy difícil dejar contentos a los padres que vienen con niños, y mira que somos amables con ellos, pero es muy complicado… Además, si a los pequeños les cuesta comer, y justo cuando llegan ya se ha agotado uno de los platos que les podía gustar… también es mala suerte”. A medida que yo escuchaba a mi amigo, con la angustia con la que me lo contaba, me estaba imaginando que la reseña había sido muy negativa y que le habrían calificado con solo una estrella. Sin embargo, cuando finalmente le pregunté sobre la puntuación que le habían puesto, el que se llevó la sorpresa fui yo: “No, si me pusieron 5 estrellas, dijeron que nunca habían probado un arroz al horno tan bueno, que la tarta de queso era espectacular y que el servicio que les dimos fue increíble.” Mi cara de incredulidad fue suficiente para que él tomara consciencia de lo injusto que estaba siendo consigo mismo y del martirio al que se estaba sometiendo. Del mismo modo que ese discurso a mí me llevó a pensar que la evaluación que le habían puesto era 1 una estrella, a él le estaba haciendo vivir esa reseña (de 5 estrellas) con el mismo malestar que podría conllevar una puntuación muy negativa. Y ojo, porque esto es algo que nos puede ocurrir a cualquiera en algún momento, sobre todo si somos muy perfeccionistas, tema del que nos habló nuestra compañera Miriam en el artículo de la semana pasada. Ocurre cuando un padre o una madre duda sobre si lo estará haciendo bien o no, y se empieza a fijar solo en todas aquellas cosas que quizás podría haber hecho mejor. Cuando un estudiante termina una presentación oral en clase y se focaliza en que una parte de la explicación la tendría que haber hecho de otra manera. Cuando un actor de teatro termina la función y no para de pensar en el trozo del texto que se ha saltado. Cuando una psicóloga termina una sesión y solo piensa en que podría haber estado más “ágil”. Como veis, es algo que nos puede venir a la cabeza a todos en algún momento, y aunque la información obtenida del foco de lo negativo nos puede ayudar a mejorar, si lo utilizamos a modo de látigo puede llegar a ser disfuncional, sobre todo si no somos conscientes de todo lo que hacemos bien y no le damos el valor que merece. Para ello es muy importante la forma que tenemos de hablarnos cuando cometemos algún error (ya que todos nos equivocamos) y cuidar nuestro diálogo interno para ser un poco más autocompasivos.


Estos dos focos, son como los bíceps de nuestros dos brazos. Mientras uno de ellos puede estar tremendamente fortalecido, al otro le puede faltar ejercitarse para que sea más fuerte. Para ello, tendré que empezar a reconocer cuando, tanto yo como los demás, hacen las cosas bien. Un ejercicio que puede ayudarnos, por ejemplo como padres o madres, es registrar todas aquellas conductas que mi hijo hace de manera adecuada, por pequeñas que parezcan para, en primer lugar, desempolvar el foco de lo positivo y darme cuenta de ellas y, en segundo lugar, reforzarlas. Si mi hijo tiene la habitación hecha un desastre, pero las zapatillas las ha dejado en su sitio, será importante tener la pericia de poder reconocer aquello que ha hecho bien, para que siga en esa línea. Este mismo ejercicio lo puedo aplicar a mi trabajo personal, registrando las cosas de valor que he hecho a lo largo del día. También puede ser interesante ejercitar la gratitud, tema que abordó nuestra compañera Carla hace unos meses en su artículo “En busca de unas nuevas lentes”. Por último, puede ser útil trabajar la habilidad de darme cuenta cuando en una situación estoy sacando el foco de lo negativo a pasear y estoy obviando todo lo demás, para en ese momento reconducir la evaluación de la situación de un modo que esta sea un poco más amable conmigo mismo.


La vida es una obra de teatro en la que somos los protagonistas de nuestra historia y personajes importantes de las historias de las personas que nos quieren. Los focos que iluminan el escenario pueden influir enormemente en el desarrollo de la trama y en cómo sus personajes se desenvuelven, por eso es tan necesario ser conscientes de ellos, y preguntarnos: ¿qué foco utilizo yo más?


Javier Ibáñez Vidal, psicólogo de PSICARA.


Artículos de nuestro blog relacionados:

En busca de unas nuevas lentes. De Carla Barros Sánchez.

Mi relación conmigo. De Berta Maté Calvo.


71 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page