Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Se acerca la Navidad y como toda moneda, a parte de su cara, también tiene su cruz. El motivo de escribir este artículo surge de intentar dar voz a esas personas para las que esta no es una buena época del año. Es más, para algunas de ellas, se trata de una fecha que, por lo que evoca, viene acompañada de mucho dolor.
En Navidad nos inundan los estímulos. En los anuncios se crea una imagen comercial de reuniones familiares idílicas, en las que todos se llevan bien entre sí y se muestran sonrientes. Las luces, la decoración brillante y los villancicos de fondo en cualquier rincón parece que nos “están diciendo” cómo deberíamos sentirnos. Es decir, nos inducen a mostrarnos de una única forma: felices.
Da igual por lo que estés atravesando, el imperativo social dicta que hay que celebrar.
El problema aparece cuando, por el motivo que sea, no estás feliz o no tienes ganas. En algunas ocasiones puede ser porque estés atravesando un momento vital difícil y, otras veces, quizá no haya pasado nada evidente que te conduzca a sentir malestar. Simplemente, estás así.
Si ya de por sí esa sensación de ir a contracorriente es molesta, imagina tener que invertir energía y esfuerzo en aparentar que todo va bien. Además, cuanto mayor es la distancia entre cómo “debería” sentirme y cómo realmente me siento, más presión hay. “Yo debería estar ilusionado, pero la verdad es que no lo estoy”. Esto puede conducir a que muchas personas se sientan fuera de la norma.
También puede darse el escenario en el que yo sí que me encuentro bien, pero sé que alguien cercano a mí no. Y esto, en consecuencia, también me duele y me impregna de cierto malestar emocional.
No se habla abiertamente de otras realidades, de personas que no viven la Navidad de la forma embellecida que nos muestran continuamente. Hay gente atravesando duelos por el fallecimiento de alguien importante o por otro tipo de pérdidas; hay personas que no tienen con quién juntarse o que se encuentran lejos de la gente que quieren; hay otros que recuerdan vivencias dolorosas que sucedieron en el pasado pero que aún dejan su reminiscencia en el presente; en realidad, podría enumerar tantos escenarios como personas.
Y, aunque la Navidad es un claro ejemplo de esto, no es el único. En relación a la maternidad, nos han enseñado que el día del parto debe ser uno de los más bonitos de nuestra vida, que deberíamos llorar de emoción cuando nace el bebé, pero no nos hablan del dolor que entraña, de las complicaciones médicas que se pueden dar, de todos los recuerdos amargos que pueden aparecer e incluso de que hay personas que, simplemente, tardan en conectar con el bebé y no experimentan todo eso “que se supone” tendrían que sentir.
Cuanto más generalizamos lo que se debería sentir en una situación concreta, más condenamos la diversidad de experiencias que existen.
Tras la capa más visible y superficial de la Navidad, están los valores, el significado que otorgamos a reunirnos en una fecha señalada con alguien. ¿Qué significado tiene para ti estar en familia? Para hacer este ejercicio de reflexión es indispensable que te sientas conectado a ti. Vivir en piloto automático nos aleja de la conexión genuina con nosotros mismos: nuestros pensamientos, emociones, sensaciones, recuerdos, intuiciones. Incluso conectar con las dificultades, no hace falta demostrar que todo va bien. Lo que sí es oportuno es conectarnos con nosotros, posicionarnos con la realidad que estemos viviendo, aunque esa realidad sea dura.
Si en este momento estás atravesando una situación emocionalmente difícil tienes derecho tanto a celebrar como a no hacerlo. Si eres de los que ahora mismo prefieres no celebrar la Navidad o te estás encontrando con muchas dificultades emocionales para hacerlo, trata de distanciarte del juicio que estés haciendo de esto e intenta mirarte con amabilidad: lo que sientes es normal. A partir de ahí es cuando podremos plantear la opción de resignificar.
Resignificar consiste en atribuir un sentido diferente a algunas circunstancias. Es cierto lo que dicen de que “lo que vivimos nos transforma” y es posible que, a medida que evolucionas como persona, creces y atraviesas una serie de vivencias, lo que antes significaba una cosa, ahora ya no. Con la resignificación se abre una ventana a dar un sentido a la Navidad que quizá no habías contemplado hasta ahora.
Un ejemplo de esta propuesta podría ser atribuir a estas fechas la oportunidad de convertirse en un espacio para conectar con lo que sí que está presente. Lo presente no tiene por qué coincidir con lo impuesto por obligación. Quizá lo presente es ese amigo o compañero de trabajo que te abre las puertas de su confianza. Quizá lo presente es todo aquello que te está acompañando en este duelo. Quizá lo presente es tu mascota. Quizá lo presente es tener una casa que te cobija. En cualquier caso, ¿qué sería lo que está presente en este momento para ti? ¿Te apetece conectar con eso que sí que está aquí y ahora?
La opción de resignificar es una alternativa que te puede encajar o no. En Psicología hay pocas recetas universales que sirvan para todo el mundo, por lo que, si te encuentras con dudas sobre tu situación particular, también puedes consultar con un especialista que te acompañe en la búsqueda de lo más apropiado para tu proceso.
En esta Navidad, recuerda que no hay un manual único para vivirla; haz lo que te haga bien, porque la verdadera "magia" está en respetar tus propios tiempos y emociones, no en seguir el guión de los demás.
Berta Maté Calvo, psicóloga de PSICARA
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