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RECUERDO, LUEGO EXISTO. LA MEMORIA

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.


Me gustaría que te imaginases por un momento que tu mente es un gran archivo lleno de recuerdos, fotos instantáneas de tu vida almacenadas en el álbum más grande que puedas imaginar. Cada imagen, cada sensación, cada emoción está cuidadosamente guardada en las diferentes estanterías de tu cerebro, esperando a ser desempolvada en el momento adecuado. Esta es la magia de la memoria, el lienzo sobre el cual se traza nuestra identidad y se moldea nuestra percepción del mundo que nos rodea.


Manuel Hernández Pacheco, psicólogo, apunta en uno de sus libros: "Toda nuestra existencia, lo que somos, se basa en nuestra memoria. Sin eso, no sabríamos quiénes somos, por eso nos gustan tanto las fotos y los recuerdos, porque son un espejo donde mirarnos para recordarnos quiénes somos. Si cierras los ojos e imaginas quién eres, sentirás que eres lo que has vivido, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva”.


Pero, ¿cómo funciona la memoria? Resulta que esta es mucho más que un simple archivo de hechos e imágenes. Ha sido esculpida por millones de años de evolución para adaptarse a nuestras necesidades de supervivencia y reproducción en entornos naturales. Sin embargo, no es una copia fiel de la realidad, más bien una versión teñida por aspectos sensoriales, emocionales y semánticos.


Nuestro cerebro almacena recuerdos con la intención de ayudarnos a actuar de la manera más eficaz en el presente y a planificar lo mejor posible el futuro. Es como un almacén de experiencias que utilizamos para tomar decisiones y formar expectativas sobre lo que está por venir. Sin embargo, esta eficiencia tiene su precio, ya que el cerebro es un gran consumidor de energía. Por lo tanto, tiende a automatizar conductas para disminuir su coste, lo que puede ser muy útil en un entorno estable. 


Cuando vivimos experiencias que se alinean con lo que ya sabemos, se produce la habituación o el refuerzo. Es como si nuestro cerebro dijera: "Lo he visto antes, sé cómo manejarlo". Pero también puede suceder que nos veamos enfrentándonos a lo inesperado; nuestro cerebro se verá obligado a adaptarse y aprender algo nuevo. Es como si se abriera una nueva página en nuestro libro mental, lista para ser escrita con experiencias recientes. 


Hasta aquí suena bastante práctico, ¡un genio nuestro cerebro! Sin embargo, esto lo es en presencia de un entorno estable y seguro, ya que cuando no es así, y se produce una situación traumática, esta forma eficiente de automatizar conductas también puede llevarnos a consecuencias contraproducentes. Veámoslo con un ejemplo. Tras la vivencia de una catástrofe natural, Verónica comenta que ya no ha vuelto a sentirse a salvo. Puede que en ese momento en el que atravesó la catástrofe en sí, se viera haciendo cosas nuevas para sobrevivir que antes no necesitaba, o ni se planteaba. Lo que aún no ha entendido su cerebro, después de esa experiencia y ya en otra etapa distinta de su vida, es que esa situación adversa ya no está presente y que eso que aprendió a hacer ya no le es útil. Es aquí cuando a veces necesitamos levantar la mano y pedir ayuda profesional.


Otro de los aspectos fascinantes de la memoria es su capacidad para evocar sensaciones y emociones pasadas. Cuando recordamos algo, no solo revivimos ese momento en nuestra mente a través de imágenes sucesivas, sino que también podemos experimentar las mismas sensaciones y emociones que sentimos en aquel momento. Es como si estuviéramos viajando en el tiempo, retrocediendo a esos instantes que han dejado una marca indeleble en nuestra alma. Y es verdad que esto vuelve a sonar fantástico cuando se tratan de recuerdos que nos erizan la piel de lo bonito que fueron, pero también nos podemos ver con la piel erizada del miedo.


En cualquier caso, la memoria no es estática; es dinámica, cambiante, moldeada por cada experiencia que vivimos. Cada vez que recordamos algo, se producen nuevas sinapsis en nuestro cerebro, reevaluando lo ocurrido y reinterpretando nuestros recuerdos. En parte, es por eso que dos personas que han vivido la misma experiencia pueden tener recuerdos completamente diferentes; los recuerdos no solo se construyen por la información que recogen nuestros sentidos, sino también por la interpretación subjetiva que hacemos y el estado emocional en el que nos encontramos en ese momento. 


De hecho, el grado en el que un recuerdo persiste en la memoria depende del nivel en el que se procesó inicialmente, existiendo tres niveles de procesamiento distintos: 1) el nivel simple, sensorial; 2) el nivel conceptual, donde buscamos coincidencias con estímulos ya conocidos, y 3) el nivel semántico profundo, donde el estímulo se enriquece al estar asociado con imágenes pasadas y estructuras cognitivas (ideas, creencias, pensamientos). A mayor nivel de procesamiento, más persistente será nuestro recuerdo.


Pero, ¿toda la información almacenada en nuestra memoria puede ser recordada a voluntad? Pues no es así. Hay una parte consciente pero también existen otros tipos de memorias inconscientes o implícitas que no podremos recordar tan solo por querer hacerlo. Estas se relacionan con la parte más emocional, y participan en tareas tan importantes como tomar la decisión de almacenar o descartar un recuerdo a partir de una valoración emocional. Seguramente el cerebro de Julia decida almacenar el recuerdo de aquel día soleado de primavera cuando su mejor amiga la sorprendió con un pequeño ramo de flores. Era la primera vez que alguien le regalaba flores, y la sensación de gratitud y sorpresa que sintió en ese momento aún perdura en su memoria. Aquel sencillo gesto, pero lleno de cariño, se convirtió en un recuerdo imborrable que siempre atesorará.


En conclusión, la memoria es mucho más que un simple almacén de recuerdos. Es el tejido que une nuestro pasado, presente y futuro, dando forma a nuestra identidad y nuestra comprensión del mundo. A través de ella, podemos reinterpretar nuestro pasado, aprender del presente y soñar con el futuro.



Carla Barros, Psicóloga de PSICARA

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