top of page
  • Foto del escritorPSICARA

¿SEXO? NO, GRACIAS

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Por lo general, cuando nos hablan de “orientación sexual” pensamos en la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad, o incluso en otras opciones como la sapiosexualidad (atracción sexual por la inteligencia o moralidad de una persona) ¿Y qué ocurre si “dejamos de lado” esa parte más sexual? ¡La asexualidad es la respuesta!


Históricamente, el término asexualidad ha sido ubicado en el ámbito de la biología para hacer referencia a seres (principalmente células) capaces de reproducirse sin la necesidad de otro miembro de la misma especie. Actualmente, y más específicamente en los seres humanos u otros mamíferos, la asexualidad hace referencia a la falta de interés o atracción sexual respecto a una pareja. ¿A dónde se quiere llegar diciendo esto? La asexualidad como orientación sexual debe diferenciarse de lo históricamente entendido como asexual.


Entendiendo la orientación sexual como un mecanismo interno que dirige la disposición sexual y romántica de una persona, podría dudarse de incluir la asexualidad como parte de este concepto al no existir ambas disposiciones. Hay estudios que han tratado de aclarar si

la asexualidad es, por tanto, una orientación o sí, a riesgo de psicopatologizar la vida cotidiana, se relacionaría con algún tipo de trastorno, como deseo sexual hipoactivo, alteraciones de la personalidad, parafilias o dificultades interpersonales relacionadas con otros trastornos.


El argumento más sólido para descartar que la realidad sea esta segunda opción patologizada recae en que para la persona asexual, la sexualidad no supone un problema que altere su funcionamiento en la vida; no le genera malestar. En todo caso, se podrían llegar a observar más efectos psicológicos negativos derivados de la influencia de nuestra cultura sexualizada y su estigma o discriminación hacia esta minoría. Es por ello que la asexualidad conviene que sea considerada como un grupo único de orientación al incluir la atracción romántica o incluso, en ocasiones, una “semi-sexualidad”. Es decir, identificarse como asexual hasta que se crea una fuerte conexión emocional con alguien, también conocido como demisexualidad. ¿Cuántos términos nuevos estás aprendiendo hoy, no?


“Pero… ¿entonces no tienen parejas?” Concluir que la asexualidad desvincula de una relación de pareja estaría llevándonos al error. La falta de atracción sexual no tiene por qué incluir la falta de atracción romántica o de apego en su forma más emocional, con independencia del género que produzca la atracción (heterorromántico, homorromántico, birromántico u otras opciones).


Probablemente algunas de las personas que estén leyendo esto hayan podido pensar: “si no hay deseo sexual, ¿no desarrollan ninguna experiencia sexual a lo largo de su vida?” Es cierto que existe variabilidad, y que se podrán observar casos en los que esto ocurra. Sin embargo, se debe diferenciar la atracción del comportamiento sexual: la asexualidad no implica necesariamente que la persona no vaya a tener experiencias sexuales con otro individuo que sí se defina como sexual.


Es más, ¡hay que tener cuidado! Definir la asexualidad como falta de atracción sexual no

conlleva automáticamente que estas personas carezcan de deseo sexual. Al fin y al cabo, la estimulación puede involucrar a otro individuo o ser de forma individual. Dicho de otra forma, no es tanto que no tengan deseo sexual (ej. masturbarse hasta el orgasmo) si no que hay una falta de deseo o atracción dirigida a otras personas que se podrían potencialmente involucrar en el sexo.


“Un momento, ¿entonces se masturban?” Es cierto que parece encontrarse menos frecuencia de masturbación (aproximadamente el 50% de las personas asexuales se masturban mensualmente frente al 80% en personas sexuales), pero para nada se da una ausencia total; aunque generalmente la auto-estimulación va más dirigida a cuestiones de salud (aliviar tensión, por ejemplo) en vez de objetivos más afines al placer sexual.


“¡Qué lío! ¿Quiere decir esto que sienten excitación sexual?” Por supuesto. La asexualidad no deja de ser “únicamente” una falta de atracción sexual. En ningún momento esto lleva unida la ausencia de respuesta fisiológica (lubricación vaginal y erección, mayormente) o la incapacidad para tener fantasías. Es más, en relación a estas últimas, destaca el hecho de que suelen ir más dirigidas a fantasear con ellos y ellas mismas o no tener una persona estímulo específica.


Es importante, antes de acabar y para ir cerrando, recordar que la asexualidad no deja de ser una etiqueta autoimpuesta: la persona la utiliza para definirse a sí misma. Por tanto, aunque alguien no sienta atracción sexual, la sociedad no tiene por qué definirla como asexual si esa persona no lo considera así. Al fin y al cabo, debemos ser nosotras y nosotros mismos los que decidamos tanto si nos etiquetamos o no, como qué etiquetas nos ponemos.



Alberto Gracia Agudo



Bogaert, A. F. (2015). Asexuality: What it is and why it matters? Journal of Sex Research, 52(4), 362-379. doi: 10.1080/00224499.2015.1015713


Brotto, L. A. (2016). Asexuality: Sexual orientation, paraphilia, sexual dysfunction or none of the above? Archives of Sexual Behavior. doi: 10.1007/s10508-016-0802-7

242 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page