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¿SOMOS QUIENES NOS RODEAN?

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Esta semana hablaremos acerca de la importancia que tienen los iguales en nuestras vidas.


Los seres humanos somos sociables por naturaleza, necesitamos de las y los demás para la supervivencia. Nada más nacer, nuestro primer grupo de referencia es la familia, ya que se trata del primer grupo con el que vamos a interactuar socialmente en los primeros años de vida. Estos primeros años se vuelven cruciales a la hora de adquirir habilidades sociales. De manera indirecta, este grupo será el campo con el que entrenar qué conductas son funcionales a la hora de relacionarme con los demás y cuáles no acaban de servir tanto.


Pasados los años, cuando dejamos atrás la infancia y nos adentramos en la adolescencia, la familia pasa a un segundo plano, y es entonces cuando los iguales se convierten en el grupo principal de nuestras vidas. Normalmente suelen ser las y los compañeros de clase, del baloncesto, de la academia o las personas con las que interactuamos en redes sociales.


Entre los once o doce años empieza una etapa en la que las amistades son también las personas de referencia a las que acudir y se convierten en modelos a los que imitar a la hora de vestir, de elegir actividades e incluso de seguir sus propias conductas. Se trata de un momento en el que invertimos gran cantidad de tiempo y esfuerzo en intentar encajar con nuestro grupo de iguales. Nos da la oportunidad de poder compartir un montón de cosas que nos pasan en nuestro día a día, de experimentar sentirnos cerca de otras personas fuera de la familia; de aprender de los demás y que los demás aprendan conmigo, de sentir cariño y apoyo por parte de nuestros iguales.


Esto es un arma de doble filo: por un lado, el hecho de ampliar redes sociales es muy útil y necesario a la hora de adquirir habilidades sociales; pero, por otro lado, esta misma necesidad puede resultar realmente un calvario.


Cuando no encajamos con los grupos de iguales que el propio contexto nos ha aportado, el malestar suele aparecer. El hecho de que no tengamos ese grupo principal en el que poder ensayar, compartir y probar nuestras habilidades sociales puede acarrearnos problemas en el futuro de cara a la adultez. Por no decir el gran malestar que experimentamos cuando no encajamos y las consecuencias psicológicas que esto puede llegar a ocasionarnos.


Cuando no acabamos de encajar en nuestro entorno, salimos de la norma, pertenecemos al grupo social discriminado y no tenemos ese grupo de iguales al que acudir, suelen aparecer sentimientos desagradables que evocan mucho malestar. Nuestra mente nos lanza mensajes de “eres diferente”, “eres raro o rara”, “es por tu culpa”, “el problema eres tú”, “nunca vas a encajar”, etc. con los que no resulta para nada fácil lidiar. Es por ello que encontrar gente con la que poder compartir nuestra realidad se hace de gran importancia.


Es muy probable que haya personas que no acaben de entender esta necesidad tan fuerte que existe actualmente de dar visibilidad a los grupos sociales no favorecidos. Si realmente te está costando entender este mensaje o nunca has tenido esta necesidad, tienes mucha suerte porque es que eres una persona privilegiada.


Por todos estos motivos, y muchos más que no he descrito, son tan importantes los grupos de apoyo mutuo libre de juicios entre personas con situaciones similares a las nuestras. Nos brindan la oportunidad de compartir nuestro dolor o sentimientos con personas que hayan experimentado situaciones similares a la nuestra, y eso es terapéutico. Gracias a conocer historias como la nuestra contadas desde una tercera persona, nos pueden ofrecer otros puntos de vista diferentes y que sus ejemplos nos sirvan de guía. Al fin y al cabo, como ya hemos venido diciendo al principio, resulta muy gratificante el sentimiento de pertenencia a un grupo con el que poder compartir, ser tú misma o mismo: nos aporta seguridad.


Compartir con personas hace que todo ese debate mental al que solemos entrar pese menos, se ordene o se deje atrás, hace que esa mochila que llevamos cargando durante toda la semana siga estando ahí, pero sea un poco más ligera, hace que esa herida tan profunda que tenemos cicatrice un poco más, aunque sigamos viendo la marca. Tener personas con las que intercambiar, crear, compartir, convivir… hace que, ante una vida en la que a veces cuesta encontrarle el sentido, podamos llegar a sentir calor y ver algo de luz entre tanta oscuridad.



Alba Nicolás Agustín, psicóloga de PSICARA.

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