Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Esta semana hablaremos de una de las realidades más silenciadas de la conducta suicida: los supervivientes por suicidio.
Este sábado, como cada tercer sábado de noviembre, se celebra el Día Internacional del Superviviente por Suicidio. ¿Y quiénes son los supervivientes por suicidio? Hay que empezar aclarando esto, ya que es un término que puede llevar a la confusión. Un superviviente de suicidio no es una persona que ha tenido un intento de suicidio pero no ha fallecido. Un superviviente es un familiar o amigo de una persona que ha muerto por suicidio y se trata de un término que viene del hecho de vivir tras la muerte, muchas veces traumática, de un ser querido.
Me da mucho respeto escribir las líneas de este artículo, ya que yo no he pasado por la muerte por suicidio de un ser querido, y es realmente difícil de imaginar todo el dolor que acarrea. Únicamente las personas que han pasado por ello pueden hacerse a la idea de la magnitud de ese sufrimiento. Sin embargo, como profesional que trabaja en el ámbito de la conducta suicida, me veo con la responsabilidad de acercar esta realidad a toda la población y de romper el silencio que muchas veces asola estas pérdidas. Así que, desde el máximo respeto y teniendo la suerte de acompañar a personas que transitan por este proceso, trataré de aproximar tu mirada, querido lector, hacia este tema tan silenciado a la par que importante.
Hablar de conducta suicida, es hacer ruido, ya que alzar la voz en el silencio hace que las palabras adopten un sonido atronador. Partimos de la base de que la salud mental tradicionalmente ha sido un tema apartado (afortunadamente cada vez menos), y que dentro de la salud mental, la conducta suicida es uno de los temas más tabú. Y para más inri, dentro de la conducta suicida, los supervivientes de suicidio quizás haya sido la realidad más ignorada. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida, es fácil que en algún momento la realidad del suicidio nos toque de cerca. En España, según los datos provisionales de 2023 del Instituto Nacional de Estadística, 3952 personas fallecieron por suicidio, por lo que cerca cerca de 4.000 familias iniciaron un proceso de duelo por este motivo en el último año. Y para intentar imaginar el impacto de este suceso, podríamos decir que una muerte por suicidio es como una gran pieza de dominó que cae fuertemente golpeando a todo lo que tiene alrededor. Solo tenemos que pensar en la familia, amigos, compañeros de clase o de trabajo, personas con las que se coinciden en hobbies o actividades extraescolares. De hecho, la investigación apunta que un solo suicidio puede llegar a afectar a 135 personas, de las cuáles entre 15 y 30 pueden expresar un malestar con más gravedad, coincidiendo esto normalmente con el entorno más próximo. Pero como suelo decir, el problema de los datos y de las estadísticas es cuando dejan de ser datos y estadísticas y pasan a ser personas con un rostro, personas con nombre y apellidos, personas que tienen una familia y unos amigos, personas a las que conocemos.
Fruto de ese tabú, apenas se han focalizado esfuerzos a nivel público en materia de conducta suicida, más allá de los realizados en los últimos años. Y casi todo lo que se ha llevado a cabo, se ha dirigido a la prevención e intervención de la conducta suicida. ¿Pero qué pasa en el caso de que se produzca una muerte por suicidio? Hasta el momento, no se ha prestado la atención suficiente a las necesidades de las personas que tienen que transitar por este duelo tan difícil.
¿De dónde viene el silencio?
Históricamente, las personas que han muerto por suicidio y sus familiares han sido estigmatizadas debido a los prejuicios y a las falsas creencias que han estado vinculadas a castigos sociales, legales e incluso religiosos. Porque parece que cualquier muerte es mejor que una muerte por suicidio. Esta estigmatización, unida a la culpa que con frecuencia acompaña a estos sucesos, conduce muchas veces al silencio, a ocultar la causa de la muerte y supone una barrera a la hora de pedir ayuda. El temor a ser señalados como culpables de lo sucedido, a que se juzgue a la persona fallecida o a las preguntas morbosas, puede llevar a ocultar lo ocurrido, lo cual puede privar a los dolientes de algo fundamental en estos momentos: el apoyo social por parte del entorno.
Estas personas, que se encuentran en un proceso de duelo, tienen que hacer frente a unas circunstancias que muchas veces no facilitan este proceso. El duelo es algo muy individual, por lo que depende mucho de la persona, pero también de las circunstancias. El duelo no funciona como un fenómeno aislado, sino que se da en un contexto determinado que puede influir de una manera u otra. Por ese motivo, el entorno puede facilitar o entorpecer el proceso. A pesar de que sabemos que depende mucho de cada persona, y que todavía falta mucho por investigar en este ámbito, se han realizado algunos estudios sobre necesidades y dificultades generales de los supervivientes de suicidio.
¿Qué necesidades manifiestan los supervivientes de suicidio?
Obtener información veraz sobre la conducta suicida y sus efectos y que esta sea explicada adecuadamente.
Ayuda profesional y alguien que les apoye. Sin embargo, se encuentran con poca disponibilidad de esa ayuda, y la que hay muchas veces no es la más adecuada debido a la falta de formación de los profesionales. Esto encaja con la realidad actual, ya que la formación en conducta suicida, sorprendentemente, destaca por su ausencia en la mayoría de planes de estudio de los grados de Psicología, por lo que los profesionales nos tenemos que formar posteriormente para desempeñarnos en esta área.
¿Y qué más dificultades aparecen?
A la hora de buscar ayuda, a la falta de profesionales se le suman otras barreras como la vergüenza, la oposición de la familia, dificultades económicas, falta de conocimiento de los recursos disponibles o la ausencia de los mismos en su localidad.
Dificultades para recibir apoyo social y compartir su malestar y hablar de ello con la familia o con las amistades. Sin embargo, en los casos en los que sí que se recibe ese apoyo, se valora muy positivamente la ayuda por parte de la familia y amigos, vecinos, centros educativos o instituciones religiosas.
Dificultades a la hora de gestionar las preguntas que les pueden llegar a hacer otras personas sobre lo sucedido y temor a lo que puedan pensar sobre ellos y sus familias. Sin embargo, consideran de manera muy positiva el contacto y apoyo de otras personas supervivientes.
Por lo tanto, se percibe una diferencia entre la necesidad de apoyo de los dolientes y la disponibilidad y calidad de ayuda por parte del entorno y de los recursos asistenciales.
Muchas veces no actuamos porque no sabemos qué decir o qué hacer, pero respetando sus tiempos, preguntando en qué podemos ayudar, escuchando y dando cabida a que la persona pueda expresar su dolor, sentirse recogida y hablar de lo ocurrido sin tener que ocultarlo, seguramente ya estará sirviendo de ayuda.
Y si eres tú quien está pasando por la pérdida de un ser querido por suicidio, seguramente te sentirás triste y tendrás una sensación de vacío y soledad, de que nadie te va a entender. Te habrás dado cuenta de que cosas que quizás antes no te molestaban, ahora sí. Incluso puede que haya aparecido enfado hacia tu ser querido, hacia ti mismo, hacia Dios si eres creyente, o hacia el mundo. Y todo eso es completamente normal y forma parte de lo que estás viviendo. Quizás sientas vergüenza y notes que los demás se sienten incómodos o que evitan hablar contigo, o que muchas veces hacen comentarios desafortunados, y eso a veces lo vuelve todo más complicado, pero normalmente la gente no sabe cómo actuar en estas situaciones. Tendrás muchos porqués, y es que hay muchas preguntas que no tienen respuesta. Es posible que te sientas culpable por lo ocurrido y que aparezcan los “y si…” o los “debería…”, pero frecuentemente juzgamos a nuestro “yo del pasado” con la información del “yo del presente”, y eso es algo que nos machaca a nosotros mismos. Del mismo modo, quizás sientas que fracasaste como madre o padre, como pareja o como hijo o hija, pero lo hiciste lo mejor que pudiste con la información que tenías en ese momento. Además, aunque a veces te sientas responsable por la pérdida, hay que recordar que el suicidio es un fenómeno multicausal influido por diferentes circunstancias, vinculado a una situación de mucho sufrimiento que nubla la capacidad de afrontamiento y la toma de decisiones. Quizás, incluso te hayan venido también pensamientos de suicidio, no es algo extraño, pero es importante que pidas ayuda. Pasa el tiempo, y notas que sigue doliendo, aunque quizás de manera más tolerable. Seguramente sientas que si avanzas es como si estuvieras olvidando a tu ser querido y tienes miedo a que eso ocurra, por eso quiero recordarte algo, y es que la muerte no acaba con la relación con tu ser querido, si no que la transforma. Avanzar no es sinónimo de olvidar, ya que siempre estará en tu recuerdo. Y aunque quizás nada volverá a ser igual, no significa que no puedas salir adelante.
Si eres superviviente de suicidio, tienes derecho a poder hablar sobre ello y a sentirte escuchado. Los grupos terapéuticos de apoyo son contextos de seguridad supervisados por un psicólogo o psicóloga, en los que podrás sentirte acogido por otras personas que también han podido pasar por situaciones similares y esto puede ayudarte a transitar por tu duelo. Puedes asistir a nuestros grupos de supervivientes, todos ellos gratuitos, tanto en Teruel como en Zaragoza, como próximamente en Huesca. Para ello contacta con nosotros en el 624665124 o encuentra más información en www.psicara.com. Estamos aquí para ayudarte.
Si tienes pensamientos de suicidio, pide ayuda. Pide ayuda a un amigo, a un familiar, a tu médico de cabecera o a un psicólogo. También tienes recursos gratuitos y disponibles las 24 horas si lo necesitas como el 024 o el Teléfono de la Esperanza (717 003 717).
Ante el silencio, sus voces, y ante la culpa, nuestro apoyo.
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Javier Ibáñez Vidal, psicólogo de PSICARA
Bibliografía
González, E., Mallo, M. y Celada, F. J. (2023). Duelo por suicidio e intervención en supervivientes. En S. Al-Halabí y F. Fonseca-Pedrero (Eds.), Manual de psicología de la conducta suicida (pp. 543-591). Pirámide.
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