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UN PASO AL FRENTE

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la psicología. En esta ocasión me gustaría empezar lanzándote la siguiente pregunta: ¿Cuántas cosas has dejado de hacer, o has pospuesto, por el miedo al cambio?


Hoy en día, desde que nacemos hasta que llega el momento de decidir qué camino queremos elegir, todo está pautado de tal forma que tienes que seguir una línea recta. Poco a poco irás tomando algunas decisiones, por ejemplo, te tendrás que decantar por unos estudios u otros, o por la posibilidad de dejarlos y buscar un trabajo. Puede que hagas un grado superior, una carrera u otro tipo de formación que te indicará lo que debes ser en un futuro no muy lejano. Te especializarás, si te lo puedes permitir, y te soltarán al mundo exterior, donde las líneas rectas se vuelven curvas vertiginosas.


En el conjunto de las decisiones que tienes que tomar al final de ese camino recto, caminos que nadie te ha enseñado a elegir, ni te ha dado la seguridad para hacerlo, porque hasta entonces no habías tenido que enfrentarte a algo así, puede que te encuentres con varios obstáculos. Ahí va uno de ellos: ¿Qué pasa si tu entorno no acepta tus decisiones? Esas decisiones que se salen de la línea recta preestablecida. Si decides dedicarte a otra profesión diferente a la soñada por tus padres para ti; que después de unos años estudiando una carrera, con todo el esfuerzo personal y económico que conlleva, te das cuenta de que no es lo que te llena y quieres hacer otra totalmente diferente; si das un golpe en la mesa y comunicas que no te interesa estar en una relación sentimental o no piensas tener hijos; si llevas años pensando que no te identificas con quién dicen que eres y tomas la decisión de cambiar de sexo para sentirte tú mismo. Es frecuente que las personas que nos han acompañado y dado la mano durante todo nuestro recorrido vital, nos hagan llegar sus opiniones y, de alguna manera, influyan en nuestras decisiones, para bien o para mal, pero nos podemos encontrar con la primera curva de este recorrido si no recibimos su apoyo y, en su defecto, nos transmiten inseguridad y desaprobación.


Otro de los obstáculos con los que nos podemos topar es el siguiente: “no sé lo que quiero”, “no sé qué hacer”. ¿Cuánta presión y ansiedad puede acarrear este tipo de pensamientos? Son muchas las personas que, cuando les toca tomar decisiones que empiezan a calar en sus vidas, les entra el pánico porque, tal vez, no creen sentir tal vocación como el compañero que tienen al lado, sienten miedo de equivocarse en una decisión que creen que marcará la dirección del resto de sus vidas, que temen quedarse atrás, de no estar a la altura, de fracasar, de perder años haciendo algo que no les llene. Y es aquí donde aparece la inercia y te dejas llevar más por opiniones externas, o esperas a que el tiempo decida por ti para deshacerte de esa posible culpa que temes que aparezca si fracasas, ya que “la vida te llevó a eso”. En estos momentos es importante pararse en seco, dejar de mirar al futuro con ojos de idealización, de compararse con otras personas, y escucharse a uno mismo. Puede que no encuentres una respuesta rotunda, pero a veces se trata de eso, de probar, descartar lo que no nos gusta, lo que no queremos, y seguir adelante con las decisiones que sí nos llenen.


Y, ¿qué sucede si no lo aceptas tú? Necesitar un cambio que nos saque de nuestra área de confort o, al menos, de lo que conocemos hasta entonces, aterra. Cambiar, sean las circunstancias que sean, conlleva muchas cosas, y aunque con el cambio tengamos la intención de mejorar y satisfacer en mayor medida nuestras vidas, es indudable que entraña riesgos, dudas, inseguridades, situaciones incontrolables, dejar atrás ciertas cosas con las que también nos sentíamos cómodos.


Cuando perdemos de vista el qué nos ha llevado a querer un cambio y, en su lugar, nos centramos en el miedo al mismo y/o en el qué dirán cuando el discurso de estos difiera de lo que nosotros queremos, llega la ansiedad, la frustración, la tristeza e incluso el enfado. Nos enfada a la par que nos asusta fallar, equivocarnos, precipitarnos, decepcionar, sentir que estamos solos, que nos embarquemos en algo inapropiado, porque a veces puede que te hagan creerlo; que vivir del arte es para pocos, que si no eres padre o madre en el futuro te arrepentirás, que si te mudas tendrás que empezar de cero con lo duro que es eso, y qué pasa si al final no encajas y la sociedad te hace de menos y un día cualquiera te encuentras con alguien que te señala por la calle y acaba agrediéndote.


Ante todo esto tengo algo que decirte: juégatela si es lo que tú quieres o necesitas. Pregúntate, ¿qué es lo peor que podría pasar? Y cuando tengas esa situación en mente, piensa: ¿en qué lugar te dejaría esa situación? ¿qué podrías hacer con ella? ¿merece el riesgo intentarlo? Es importante no idealizar y pintarlo tal y como puede ser; en el caso de que sea difícil, dibújalo difícil. ¿Te ves capaz? ¿tienes pruebas del pasado que te indiquen que puedes conseguirlo? Solo tú puedes saberlo, y por ello tomarte tu tiempo para reflexionarlo es importante.


Apóyate en quien te apoye sin dejar de ser crítico, hazte preguntas sin miedo a responder algo que no te guste. Al final todo fluirá y, por norma general, esa situación última y tormentosa por la que te preguntaba anteriormente no suele llegar, pero en el caso de que llegase tú ya estás preparado para afrontarla.


La vida puede ser maravillosa si apuestas por ti, porque independientemente de que alcances tus metas o no, es un gran mérito luchar por nuestros sueños y satisfactorio el camino hacia ellos.


No hay espera que valga si obviamos nutrir nuestra alma. No hay crecimiento posible si obviamos el aprendizaje, no sólo el de libros o conceptos (que también), sino el importante, el de las experiencias. No esperes a ver crecer una planta que no se riega.” – Julia Jimenez Hens



Carla Barros Sánchez, psicóloga de PSICARA


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