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Alba Nicolás
noviembre 26, 2025

¡QUÉ BONICO ES SENTIR! QUE NO TE APAGUEN

Tiempo de lectura: 4 minutos

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy quiero dedicar un ratito para hablar de lo bonito que es sentir y lo maravillosa que es la sensibilidad. Hablo desde la posición en la que yo entiendo la psicoterapia gracias a mi formación y desde la que yo misma observo mi vida a raíz de mi historia personal.


De aquí en adelante cuando hable de sensibilidad me referiré a esa capacidad, que todas y todos poseemos, de poder notar mi mundo emocional, de conectar con él, de tomar conciencia de lo que mi cuerpo me dice, de lo que mi mente habla, de experimentar tanto placer como dolor, de cómo expreso mi sentir al resto, de cómo me permito a mí misma o a mí mismo sentir… hablaremos de muchos tipos de sentires.


Quiero empezar reflexionando sobre el por qué algunas veces no nos permitimos conectar con algunas emociones y qué hay detrás. El sistema nervioso de los seres humanos se compone de multitud de nervios por donde experimentamos las señales que el entorno nos da y todo ello es necesario para sobrevivir. Te pongo un ejemplo: yo soy capaz de notar el dolor que me provoca darme un golpe porque mis terminaciones nerviosas transmiten una señal a mi cerebro advirtiéndole de que ese objeto es dañino. Y yo creo que aquí todo el mundo estaría de acuerdo en que dejar de sentir dolor sería perjudicial para las personas porque estaríamos dejando indefenso nuestro cuerpo, ya que no sabríamos detectar aquello que nos hace daño. Pero, ¿Qué pasa con el mundo emocional? ¿por qué intentamos tantas veces dejar de sentir nuestras emociones? Y, lo peor, ¿por qué intentamos que las y los demás no sientan?


Como sociedad hemos sido educadas y educados en intentar evitar a toda costa estar mal, esto hace que aprendamos desde bien peques a no permitirnos sentir estar tristes o decaídos. Desde siempre hemos escuchado el mítico “no llores” o “cálmate” y hemos recibido la invalidación de cuando sentimos y expresamos cómo estamos, con ejemplos como el: “anda ya, no exageres” o “no será para tanto”. Vivimos en una sociedad donde no nos han enseñado a sostener el dolor propio y mucho menos el ajeno… Antes era la sociedad del “tener que ser fuerte” y es de dónde nos hemos criado las nuevas generaciones o las y los millennials. Aquí tenemos una brecha generacional muy bestia en las personas criadas por la generación de Baby Boomers, que a su vez fueron criadas por supervivientes de la guerra y de la dictadura y que ahora en nuestra juventud se ha empezado a hablar de salud mental. Existe una brecha enorme de sentires, en la expresión de esos sentires y en cómo los comunico. Que quienes lo hayan vivido o lo vivan suelen ir de la mano de mucha incomprensión (por ambas partes…).


La sociedad nos calla, nos aparta, nos silencia porque no nos gusta estar en presencia de la incomodidad. No nos han enseñado a sostener el dolor, ni el propio ni el ajeno. Entonces, tiene sentido precisamente recibir estas frases mencionadas en el párrafo anterior, que vamos a catalogarlas como “invalidaciones” y repetirlas en otras personas. Podríamos llamarlo como “el círculo de la invalidación”: a mi me invalidan, yo rechazo mi sentir, luego yo no aprendo a de él, ni sé cómo gestionarlo, entonces, cuando yo veo a alguien sufriendo repito la invalidación que he aprendido. Salir de ahí puede resultar muy complicado porque, aunque seamos conscientes de esto y queramos cambiar, si mi entorno se sigue comportando como siempre se hace muy difícil conseguir este cambio.

Tratar de dejar de sentir, es poco a poco dejar de ser humanas. Estamos en un momento en el que hay una vertiente muy buena de hablar de salud mental, pero sigue siendo muy predominante todo lo anterior. Sigue siendo tendencia el tener que aparentar estar bien y no poder mostrar ningún fallo… Esto de llorar en público o expresarse parece que siga siendo símbolo de debilidad y por ello tendemos muchas veces a practicar el ocultismo y “solo hacerlo en casa”, o ni eso…


Yo vengo a reivindicar el poder que tiene mostrarme vulnerable ante los y las demás. Cuando yo me muestro vulnerable, lloro en público, expreso realmente cómo estoy, desde mis entrañas, primero es señal de que te estás permitiendo sentir a ti misma o a ti mismo. Segundo, puedes mostrarte tal cual te encuentras y poder soltar un poco de carga con alguien. Tercero, la vinculación tan potente que se genera de poder compartir tus peores momentos con tu gente. Y cuarto, el ejemplo tan potente que le das a tu entorno de que está bien expresar. Aquí estamos haciendo un nuevo círculo, más sano, más respetuoso, más compasivo…


Quizás al leer esto te entren los mil demonios porque te vengan recuerdos de otras veces en las que te has expresado y no te has sentido escuchado o escuchada, o te han dicho frases invalidantes. Aquí también se pone la cosa interesante porque precisamente esa respuesta de mi entorno me está hablando más de cómo es mi entorno que de cómo soy yo… tú no tienes la culpa de eso que sientes, no tiene nada de malo expresarlo y te mereces ser escuchada o escuchado.


Cuando intentamos dejar de sentir, aparte que te lleva un montón de tiempo y esfuerzo, anula la capacidad de experimentar lo desagradable pero también se ve afectada la apertura a sentir las cosas bonitas. Hemos venido a solo una cosa en esta vida y es a vivir… y el precio de recorrer el camino de la vida es atravesar túneles, algunos llenos de emociones preciosas y otros de dolor profundo. Pero todo ello significa, simplemente, que estás viva.


Alba Nicolás Agustín, psicóloga de PSICARA.