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APEGO Y COMIDA ¿INFLUYE EL TIPO DE APEGO EN LA ALIMENTACIÓN?

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. En el artículo anterior hablamos del apego y, en esta ocasión, seguiremos hablando de él relacionándolo con la alimentación.


“Marina acaba de ser mamá por primera vez. Siempre cuenta que cuando nació Lucía y le miró la carita empezó a sentir un cariño y un amor muy intenso hacía ella. Se despertó la necesidad de cuidarla y protegerla constantemente, así como de darle seguridad para que pudiera sentirse tranquila y cuidada. Cada vez que la miraba se derretía por ella, pues nunca había llegado a sentir una conexión tan intensa como esta.”


Quizás alguno de vosotros y vosotras os hayáis podido sentir identificadas con el sentimiento que emerge en Marina cuando observa o piensa en su hija. El vínculo afectivo es un proceso natural y propio de la especie humana, pues los seres humanos somos muy dependientes de nuestras figuras de referencia los primeros años de vida, ya que no somos capaces de protegernos de los peligros del entorno. Es por ello por lo que necesitamos una figura de apego que pueda darnos ese cuidado y protección. Solo de esta manera seremos capaces de sobrevivir a las adversidades de ese nuevo mundo que nos rodea.


Debido a ese estado de dependencia que aparece en los primeros años de vida, resulta necesario construir vínculos estables con nuestras figuras de apego, es decir, esas personas que se encargan de los cuidados del menor en esos primeros años de vida. Estos vínculos se construyen a través de la interacción que existe entre el menor y el adulto, pues será éste quien a través de la comunicación no verbal emitirá señales de demanda y el adulto deberá interpretarlas y responder a ellas. Por ejemplo: en función de cómo actúe el adulto frente al llanto del bebé, éste hará un aprendizaje u otro sobre cómo se debe actuar y esto le acompañará en su manera de relacionarse con el resto del mundo.


John Bowlby, investigando en este campo, encontró que siempre se generaba un apego, pero el tipo de apego que se creaba se veía influido por cómo de disponibles se habían encontrado los adultos ante las demandas físicas y emocionales del menor.


El apego seguro aparece cuando el adulto atiende a las necesidades fisiológicas y emocionales del menor permitiendo que se sienta libre de salir a explorar y que tenga un refugio seguro al que volver. El apego ambivalente emerge cuando el adulto a veces se encuentra disponible para atender las necesidades del menor y en otras ocasiones no, generando un estado de confusión en el menor que limita su capacidad de explorar al no saber si va a tener un refugio al que volver. En el caso del apego evitativo se genera cuando el adulto tiene dificultades para comprender y atender las necesidades del menor, fomentando un estado de independencia y autonomía que le llevan a explorar, pero sintiendo inseguridad al no tener un refugio al que acudir. Por último, el apego desorganizado se desarrolla cuando el menor ha podido vivir experiencias traumáticas o de abuso recibidas por su figura de apego, pues esto genera un estado de confusión y contradicción hacia su cuidador.


Llegados a este punto, quizás os estéis preguntando ¿pero qué relación guarda todo esto con la alimentación? Cuando un bebé nace su alimentación depende completamente del adulto que lo cuida. Conforme el menor va creciendo va aprendiendo a conocer y diferenciar por qué aparecen y qué intentan decirle sus sensaciones corporales (sensaciones de hambre y saciedad, de cansancio, reconocer sus emociones, etc.), pero para poder llegar a ese aprendizaje necesita a esa figura de apego que le guíe y le enseñe a poder hacerlo. El apego que tenga el menor con su figura influirá en este aprendizaje, pues dependiendo del tipo de apego desarrollado el menor será capaz de responder de una manera más o menos adaptativa a esas sensaciones.


El apego seguro permitirá al menor aprender a reconocer sus sensaciones, a diferenciarlas entre sí y a dar una respuesta adecuada a dichas señales. El apego ambivalente puede generar un estado de confusión entre sensaciones que le lleve a utilizar la comida como un mecanismo de regulación del malestar (comer emocional) al producir un estado de calma y seguridad. El apego evitativo puede que la persona evite la comida, ya que dicha restricción le permite no sentir esas sensaciones que le generan malestar. Por último, en el apego desorganizado puede aparecer una contradicción en su modo de alimentarse presentando en ocasiones control o descontrol sobre la misma.


Es cierto que el tipo de apego no es el único elemento que influye en los problemas alimentarios, sin embargo, sabemos la importancia del apego y que no generar vínculos sanos puede tener consecuencias en nuestra manera de regularnos y relacionarnos. Así pues, ¿qué mejor motivo para aprender y cuidar aquellos vínculos que creamos?


Miriam Pitarch, psicóloga de PSICARA


Pertejo, M.A. (2006). Apego y Alimentación. Interpsiquis

Seijo, N (2018). EMDR Therapy Protocol for EaIng Disorders. In M. Luber (Ed.) Eye

Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) Therapy Scripted Protocols and

Summary Sheets. Treating Eating Disorders, Chronic Pain and Maladaptive Self-Care

Behaviors. Springer Publishing Co.

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