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LAS RELACIONES DE PAREJA. LA PAREJA COMO SISTEMA

  • Foto del escritor: PSICARA
    PSICARA
  • hace 23 horas
  • 4 Min. de lectura

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología.

 

La pareja es uno de los sistemas más complejos que forman parte de la vida de muchos seres humanos, no solo por todo lo que implica a nivel emocional, sino también por todo lo que se genera en ese espacio de intimidad donde salen a la luz los temas no resueltos del pasado, las vulnerabilidades de cada miembro, los mecanismos de defensa, las diferentes expectativas, los legados de las familias de origen, etc. Como todo sistema vivo, está en movimiento; y la definición de lo que es una pareja se ha ido modificando con el paso del tiempo. Si echamos la vista atrás, durante siglos pasados era habitual que convivieran varias generaciones; se esperaba que la pareja tradicional estuviese formada por un hombre y una mujer, incluso en muchas ocasiones no había posibilidad de elección y el apego era inicialmente limitado. Se esperaba también que tuvieran muchos hijos y que contribuyeran a mantener la familia, dejando de lado las necesidades individuales. Los roles estaban divididos por género y las expectativas eran concretas. En la actualidad, si miramos a nuestro alrededor, en general, lo que nos encontramos dista mucho de esto. La mayor parte de las parejas de nuestro entorno se forman por dos personas que se sienten atraídas entre sí y se eligen libremente, independientemente del género u otras características. Pueden ser relaciones abiertas o cerradas. Necesariamente no tienen por qué ser para toda la vida, ya que la separación o el divorcio es una opción a considerar. Con ello se abre la posibilidad de formar familias reconstituidas que se ven abocadas a experimentar nuevas fórmulas. También es libre la decisión de la parentalidad, de la cual también hay más formas que la tradicional. Incluso la división de roles también se puede invertir o alternar. Las necesidades individuales también importan y, si no son satisfechas en el seno de la pareja, se pueden buscar otros cauces que las cubran.

 

Por tanto, con esta evolución, ¿cómo podemos definir qué es una pareja? Los expertos en el tema describen tres ingredientes fundamentales: (1) un vínculo amoroso entre dos personas; (2) dentro de la relación se da una jerarquía interna (establecimiento de roles); y (3) se dan unos proyectos dirigidos al futuro. Cualquier proyecto puede ser válido siempre que sea transmitido de forma suficientemente clara por ambos. Si no, puede convertirse fácilmente en motivo de conflicto. Cada uno de los miembros tiene sus particularidades y sus necesidades propias; y son necesarios los acuerdos de ambos para que dicha pareja se construya como tal.

 

Todas las relaciones de pareja tienen su evolución a lo largo del tiempo y, por tanto, pueden apreciarse unas fases diferentes. Conocer el momento en el que nos encontramos en nuestra relación es crucial para mantener unas expectativas realistas y evitar exigencias, decepciones y frustraciones. Entender cómo funciona una relación requiere comprender que el amor es dinámico y que con el paso del tiempo se va transformando. En un primer momento nos sentimos totalmente atraídos por la otra persona: queremos hablar con ella, conocerla, pasar tiempo juntos… Le idealizamos, creemos que las diferencias son mínimas y que tenemos un montón de cosas en común; como si viéramos la vida igual. Pero esta etapa de “luna de miel” no dura eternamente… ya que en algún momento aparecen las diferencias: vemos cosas de la otra persona que hasta entonces no habíamos visto. Esas expectativas idealizadas que nos habíamos hecho sobre el otro son muy difíciles de sostener en el tiempo (¿quizá imposibles?) y se empiezan a romper, ya no nos encaja tanto en ese rol ideal. También son frecuentes las discusiones por los espacios personales y los espacios de pareja. Por esta razón es común que aparezca la decepción y el desencanto. Ante este escenario y momento de crisis, tenemos varios caminos posibles a elegir. Uno, puede ser, acabar la relación porque una vez se acaba el enamoramiento se acaba la relación y si no sentimos “esas mariposas en el estómago” no queremos estar con nadie. Otro, intentar cambiar a la persona para que encaje en nuestro ideal y en nuestras expectativas; insistir en algo que no funciona y generar dinámicas de relación disfuncionales. Y otro, aceptar que la idea inicial no se cumple y nos ponemos de acuerdo para renegociar ese “contrato” de relación, incluyendo el abordar la imagen de sí mismo y de las necesidades profundas que espero que sean cubiertas por el otro. Afrontar la decepción y aceptar que tanto la otra persona como yo tenemos necesidades individuales, necesitamos nuestros espacios privados y también comunes en pareja, tenemos características que no nos encantan, pero aceptamos esas diferencias como enriquecimiento de la relación más que como una amenaza. Y reconocemos una interdependencia emocional, es decir, en la relación hay espacio personal e individual a partes iguales. Compartimos tiempo, espacio, conversaciones, planes de futuro, objetivos de vida. Miro por mí y por la relación. Consolidamos un amor maduro y sólido. Nos sentimos plenamente aceptados y aceptadores.

 

Una de las etapas más comunes, y a la vez más estresantes, en parejas que tienen hijos es la relacionada con el estancamiento relacional como pareja durante los años de gestión de la familia (crianza, adolescencia y posterior salida de casa de los hijos). Es un momento de crisis en el que en muchas ocasiones sus miembros resuelven con la separación.

 

El problema en las relaciones no es que aparezcan estos momentos de transición y crisis. El problema surge más bien cuando los miembros evitan estas crisis propias del proceso o se quedan atrapados en ellas. Una pareja funcional no es la que no tiene conflictos, sino la que tiene buena capacidad para resolverlos, conlleva integrar temas opuestos (como son la autonomía y la pertenencia; la separación y conexión; la proximidad y la distancia…) y aporta bienestar a quienes la integran.


Jessica Esteban Arenas, psicóloga de PSICARA

 
 
 

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